Estas son las palabras que Don Alberto López Poveda dijo a los amigos, amigas y familia que le homenajearon el pasado 22 de noviembre al cumplir 99 años. No estuve en esos momentos, aunque lo recordé, pero me lo imagino con su humor inteligente, con su gesto y su gratitud. Me imagino la celebración por estar entre nosotros o nosotros estar entre él, tal es la longevidad fructífera que nos alegra a todos. Yo quiero profunda y entrañablemente a este hombre, me transmite desde que lo conozco, hace más de 40 años, esa venerabilidad intemporal, esa confianza, esa charla inteligente, repito la palabra porque venero la inteligencia humana que tiene otro nombre para mí: Humanidad.
Don Alberto ha cumplido 99 años y pasados unos días me llegué a verlo al Museo Andrés Segovia, a su Museo, para saludarle y felicitarle, para felicitarme a mí también por tenerlo entre nosotros. Lo encontré en pie, organizando una parte de la sala audiovisual, con su misma capacidad organizativa y sensible, mimada, elegante, ordenada, exquisita, con cronología de músicas y recuerdos, todo en su sitio, sin nada que desentonase. El Museo es él, siempre lo he pensado y hasta dicho, está dedicado al Maestro Segovia pero en todos sus rincones está él. ¡Qué fortuna ha tenido el famoso guitarrista de contar con su amistad y lealtad, con su percepción y sublimación, con su dedicación de toda una vida! Andrés Segovia no estuvo en el desierto de la masa generalizada, porque ha tenido a Don Alberto para sacarlo de la nebulosa y poder ensalzar su personalidad y su obra… No hay mayor fortuna que ser un gran hombre — o una gran mujer— y tener alguien amigo, generalmente más grande aunque más silencioso, para poder perpetuarse en el tiempo y en el espacio. Don Andrés Segovia pudo ser y fue el más grande guitarrista del mundo, pero poco y casi sin sentido hubiera podido ser recordado sin haber contado con Don Alberto y su lucha por conseguir su Museo, su biografía y su estancia ya entre los linarenses. Esa es la percepción de toda la ciudad, la mía por supuesto, aunque yo sé que él no gusta de estas cosas, él todo lo remite al maestro, a los demás, pero yo que he sido maestra sé que mi grandeza, que ojalá la tuviera por el bien en sí, sólo puede venir de la amistad y la lealtad de mis alumnos y amigos —alumnas y amigas — porque al final es lo que cuenta y lo que queda, porque la vida sigue y por todo esto merece la pena.
Como decía, lo encontré enfrascado en toda la supervisión, no se le pasa ni una, tiene una cabeza preclara y una humanidad humilde. Es comprensivo y discreto pero su mente funciona hacia hacer las cosas como él ha pretendido conforme al buen gusto. Todo lo tiene claro, ha sido tenaz, no se despista nada de su intención, y no se equivoca. Nos saludamos con todo el cariño mutuo que nos profesamos y le acompañé a su despacho dónde él sigue trabajando minuciosamente, rodeado de recuerdos vivos que, ya digo, él ensalza pero no le superan. Hablamos de cómo nos va, siempre pregunta y se interesa, allí tiene las manos esculpidas de Víctor de los Ríos y le pedí hacerle una foto con ellas, porque el escultor era cántabro como yo y amaba Linares y me hacía mucha ilusión tenerlos a los dos juntos. Lo permitió con su proverbial amabilidad. Después se puso a buscar, pero lo tenía localizado, y me regaló un poema que le había dedicado Juan Martínez de Úbeda, también su amigo. No hay que olvidar que es el superviviente de un pasado glorioso de Linares en el que también está José Jurado Morales, ignoro si hay una foto de todos juntos pero me encantaría. En esa contemporaneidad de todos, él seguro que atesoraba, como se ha demostrado, muchas de las obras de estas insignes personalidades de la época. En ese poema las palabras del poeta dedicadas a él, se referían al minero: “Pensaba el minero: Arriba, allí donde la luz es lluvia santa que dobla las espigas, tengo la flor caliente de mi alma”. Bellas palabras. Ellos creaban: Víctor, Andrés, Juan, José… él, Don Alberto, escuchaba, guardaba, elevaba, sublimaba y perpetuaba las obras para que no puedan ser olvidadas. Y no lo serán, y él con ellos.
He escrito mucho de Don Alberto, que siempre me ha agradecido cuando la agradecida soy yo, y siempre de forma diferente desde el subsuelo de mi profunda admiración y cariño por él. Él da para muchos artículos que espero seguir escribiendo. Ahora sólo puedo felicitarle, felicitarme, y decirle que sí, que el año que viene sea él quien invite.
Felicidades Don Alberto!!!!
Genial Mercedes, a personas insignes hay que reconocerle su labor en vida y no esperar a que no estén para realzar sus méritos.
Mercedes, un artículo entrañable sobre D. Alberto, que comparto totalmente. Besos.
Supongo que quien vota en contra debe ser un fan acérrimo de Narciso Yepes, porque si no, no lo entiendo…….!!!Aaayyyy, como está el patio!!!
Pocas personas tan bondadosas, trabajadoras y honradas como D. Alberto. Todos los elogios me parecen pocos
En esta ocasión estoy totalmente de acuerdo hasta con el Sr. Arcadio, que ya es decir. Felicidades D. Alberto.
Bueno, amigo…..Por esta vez te voy a dejar que estés de acuerdo con J.Arcadio……Pero tampoco vayamos a volvernos locos, ?EH?….jejejeje…..
oda por un hombre bueno