Estamos en Noviembre, dentro de unos días será mi cumpleaños y estoy decidida a enfrentarme a mi edad y analizarla. Puede parecer hedonista, pero para nada, son bastantes años ya para que te toque el “placer” de contarlos, aunque te alegres de cumplirlos. Sin embargo tengo que reconocer que yo también me he dicho eso de… cumplirlos ¿para qué? Supongo que para seguir viviendo que es como seguir respirando, porque aunque, de alguna manera, le tomas cariño a tu ciudad y a tu gente, ya vas pensando en la despedida. Y piensas que hay que dejar algo que haya servido para continuar, aunque de nuevo me puedo preguntar para qué si después ya no me voy a enterar de nada. Finalmente, me sigo diciendo: la verdadera generosidad está en dar y no preocuparse de qué ha hecho Caronte con el óbolo.
Son ya bastantes años y hay mucho mito alrededor de ellos, pero os diré que realmente la edad está en la mente, no en el cuerpo que, como máquina no siempre perfecta, va por su lado. Mente y cuerpo llevan direcciones opuestas, mientras una avanza, el otro decae, y entonces vas cuidando al cuerpo para que te sostenga pero que no te importa, ni te gusta, sólo le atiendes, y a veces bastante a regañadientes. La mente, sin embargo, va tomando lustre, densidad, y es impresionante cómo se van aceptando y entendiendo las cosas, al final se acaba teniendo una idea bastante aproximada de lo que era la vida, un juego, una distracción, un camino. Yo me acuerdo a veces de ese dibujo de la evolución de la especie humana en la que desde el Neanderthal se pasa, poco a poco adoptando una posición erguida, hasta el Sapiens. Las mujeres también tuvimos el mismo proceso aunque no aparezca dibujada por ningún sitio, quizá porque todavía no podemos aparecer muy enhiestas, ya que llevamos algo más que una lanza en nuestras manos. Hasta en eso, subliminalmente, se nos ha invisibilizado, pero bueno, yo ya paso, yo sí estoy erguida e intento que las demás lo estén también, porque merecemos una vida mejor.
Con la edad ya vamos cerrando puertas que no llevan a ninguna parte, ya no escuchamos interminables peroratas que tampoco dicen nada, ya no nos dejamos comprar por compañías tóxicas ni nos vendemos a oropeles circunstanciales. Vivimos los momentos sin desear que vayan más allá, ya nos protegemos contra las expectativas y las decepciones. Con la edad comprendemos lo absurdo de algunos idealismos y nos rendimos a la pena de haber sacrificado nuestras honestidades en su ara, asistimos a una desmitificación del miedo, que tampoco tiene altar, y nos damos cuenta de que lo hemos adorado en el peor sitio, dentro de nosotros mismos. Con la edad ya no buscamos explicaciones, no las hay, nos tapan la visión real y además cada cual tiene derecho a las suyas y nadie aprende en experiencia ajena. Con la edad nos hemos curtido en los amores imposibles, comprendemos que quizá no lo eran aunque sí improbables, comprendemos que lo improbable es más demoledor que lo imposible, lo imposible nos hace perseguir la utopía, lo improbable es taxativo: no puede ser.
En fin, que con la edad llegamos a la sabiduría del silencio, hay más silencio, a nadie inteligente le gusta aburrir con batallitas, ni nadie inteligente cree ya en que hablando nos entendemos. El silencio, sin embargo, es maravilloso, con el silencio te entiendes mejor, te escuchas mejor, te aceptas mejor, nadie te ha entendido ni escuchado ni aceptado como tú lo has hecho, y además puedes no inquirir nada que te pueda perturbar. Con el silencio desciendes a tus profundidades para encontrarte a ti misma, vas recorriendo las paredes de tu vida rozándote, arañándote, sangrando, pero aprendiendo la comprensión, la generosidad y el equilibrio, sobre todo para tí misma. Te has quitado la costra de una búsqueda equivocada… Y sé que cuando llegas al fondo, siendo lo más profundo, lo que tú crees el final, paradójicamente descubres que hay más, que una luz entre la oquedad te conduce a la cima del mundo, un mundo luminoso, y en esa cima, contemplándolo, ya lo comprendes todo. No has muerto, sigues viviendo, pero ya dejas vivir. Lo contemplas todo, lo amas todo, sonríes, todo te acompaña para quedar en paz para otros años, los años venerables.
Pero no os engañéis por la poesía que puedo desprender, yo no soy ni “tan” mayor ni he llegado aún a la cima de mi Veleta particular, hay que haber vivido mucho para conseguirlo, hay que haber desbrozado la parte del camino que te ha tocado con toda honestidad, sin acumular equipaje en tu ego. El ego es el que lo enrarece todo, el ego cree que va a existir siempre, necesita fagocitar lo que encuentra. Atención al ego, que tiene su etapa activa y tal vez necesaria, pero cuidado porque, al final, lo podemos haber engordado mórbidamente y puede estar tan gordo que no cabe por el pasadizo del aprendizaje, ni puede ver la luz, ni puede salir al exterior para vivir ligero el resto de los tic tacs que queden. Cuidado porque al ego seguro que antes, le da un infarto precedido de una respiración angustiada y termina sin haberse enterado de nada. Y eso sí que es pena, porque aquí no se queda nadie.
PRECIOSAS palabras Mercedes…..hermosisimo texto que atrapa sentimientos en los que me encuentro, reconociéndome en ellos. Gracias por escribir y ser ventana de vida. Eres extraordinaria FELICIDADES
Gracias. Y por ti también, Mody.