Finaliza este periodo electoral, dentro de dos días estamos llamados a las urnas y dependerá de nuestro voto la composición del Parlamento Europeo. Así, durante 5 años los y las europarlamentarios validarán o no las medidas propuestas, pactadas y puestas en marcha por el Consejo mientras que la Comisión se encargará de implementar y de controlar que los Estados las desarrollen conforme a la normativa europea aprobada por dicho Consejo (ese que está formado por los ministros de los Estados Miembros. Los mismos que en España son elegidos por el Presidente del Gobierno).

En el momento económico y político que vivimos en la Unión Europea, la composición del Parlamento puede servir como instrumento para ponerle freno a la renacionalización de las competencias (las que en su día cedieron a la Unión Europea) que están llevando a cabo los gobiernos (con la excusa de la crisis económica) a través de la normativa que aprueban en el Consejo. O, por el contrario, puede ser una mera comparsa de los gobiernos y “bailarles el agua” como lleva haciendo ya demasiados años.

En una Unión Europea sobredimensionada, con un modelo de gestión que se creó para 6 Estados y que funciona básicamente igual pero ahora con 28 Estados. En una Unión Europea con “pies de barro”, porque hoy día de Unión sólo tiene el nombre. En una Unión Europea en la que son necesarias profundas y valientes reformas que permitan un verdadero acercamiento al modelo federal que estaba en el germen de su creación. Es en este entorno donde uno de los principales argumentos de los Estados para no avanzar en el camino hacia una integración real es el desapego y el desconocimiento que sus propios ciudadanos tienen de esta institución y los recelos que pudiese causar la cesión de soberanía .

Un parlamento que sale de las urnas de los países miembros siempre será democrático y legítimo, pero para que sea representativo, verdaderamente representativo, se necesita además una alta tasa de participación en las votaciones de los ciudadanos europeos. Por ello resulta imprescindible ir a votar el día 25 y hacer que caigan los datos de la abstención demostrándoles a los gobiernos, a los políticos que a los ciudadanos de lo que se decide en Bruselas o en Estrasburgo nos importa y mucho, que sabemos que afecta a nuestra vida y que queremos aprovechar todos los mecanismos democráticos de la Unión Europea.

Es nuestra oportunidad y nuestra responsabilidad, yo al menos pienso aprovecharla, ¿Y ustedes?

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