Creo que no he dicho nunca esta frase para nadie que no me fuera cercano y querido, al menos con el cariño del agradecimiento, y tampoco sé si hoy, hoy día, sentiríamos e incluso despediríamos a nadie como a Adolfo Suárez, que siempre lo hemos llamado por su nombre y sin embargo ahora adquiere toda la naturalidad llamarlo presidente. Ha sido espontáneo, la gente ha respondido con lo que sentía, también desde el dolor y la orfandad con la perspectiva de la historia reciente, ha respondido con lo que ahora no impulsa y que habíamos olvidado… Con el corazón.

La gente, los españoles, la gran generalidad, ha respondido así en un acto desconocido, no somos demasiado dados a sentir algo por los gobernantes y eso da la verdadera dimensión de lo abandonados que estamos y la poca valía que tenemos. No es sólo agradecer la labor en la transición, que lo fue, es más bien demostrar y resaltar las carencias que ahora tenemos. Cuando estos días se glosaba todo su curriculum en un momento tan decisivo, a mí me daban ganas de poner al lado de cada logro, la carencia de ahora, porque ahora es todo al contrario. Se decía: conciliador, hoy no se concilia; gobernar para todos, hacia un fin común, hoy tampoco se hace; dialogar, hoy para nada; ir en busca de los problemas para solucionarlos, hoy mejor que pasen y se enconen; explicador de todo, ahora no se explica nada; que no se ha enriquecido con sucesivos “empleos” super remunerados; simpático y cercano, a la vista están las caras siesas que nos gobiernan en todas partes, no salvo a ningún partido político, a nadie… Y así seguiría interminablemente. Y no me equivoco.

No ha sido por casualidad, sigo en mis trece de que no creo en ella, que ahora precisamente haya ocurrido su muerte. Ha ocurrido ahora para que nos demos cuenta de que no se hace lo que él hizo, y no creo que lo tengan más difícil; para que se les caiga la cara de vergüenza a los que acompañan su féretro y adláteres, aunque igual les da, la tienen de cartón piedra; para que nos demos cuenta de las traiciones al pueblo que se hacen todos los días; para que seamos conscientes de lo que es la política y la democracia con mayúsculas y de que ellas siguen con sus valores y somos los humanos quienes las contaminamos. Y ahora lo está totalmente. No teníamos referentes, le habíamos olvidado como hizo con él su enfermedad y ahora con su desaparición se agiganta su figura de persona honesta, honrada y creíble. No me gusta que desde algunos ámbitos se intente desprestigiarlo, nuestra sociedad necesita ejemplos y concordia, después de él, poco a poco, la antipatía, la displicencia y la estupidez se han ido apoderando de nuestra escena política. Y lo malo es que no hay nadie que se prevea que tenga lo que él tuvo: carisma. De momento cuando muera o desaparezca otro presidente, como han desaparecido y no hemos movido un músculo, no me veo dándole las gracias por nada y eso ya lo pueden ir pensando, nadie tiene su carisma. Es una pena que se vayan los gobernantes sin haber cumplido con su función con toda honorabilidad. Su enfermedad fue dura con él, pero nos ha permitido formar el mito que tanto necesitamos ahora, le favoreció a él, le evitó disgustos y a nosotros recuperarlo en su momento de lealtad.

Y ahora nos vienen con que le van a hacer hijo adoptivo de Madrid… Es que esa alcaldesa no tiene ni sensibilidad por no decir otra cosa. Yo le diría que no, que tuvo su momento, aquel en el que todo el mundo movió su silla hasta que la dejó en buena hora. Hizo bien, él había cumplido. Nunca manifestamos nuestro orgullo ante un presidente así, pero era precisamente el que representaba lo que nos enorgullece a los españoles: elegante, discreto, pulcro, simpático, dialogante, sencillo, cercano. Y eficaz. Total, como somos, o como éramos, porque ahora ni se nos ve, el pueblo no importa.

Dejó su legado, porque lo dejó, proponiendo un camino abierto para construirnos, pero no se ha hecho. Y ahora la gente ha demostrado entenderlo. Es de las primeras veces que me he llegado a creer que el pueblo no se equivoca.