Jesús pasó por el mundo quitando cruces, no poniéndolas.
Y a propósito de esto… ¿No deberíamos de centrar la Semana Santa en el Jueves Santo, el día de la Cena y del Amor Fraterno, en el lavado de los pies y no en la carnicería de un Viernes Santo? ¿No debería ser el ejemplo de Jesús una continua sacudida de nuestras conciencias, para perdonarnos y reconciliarnos entre todos nosotros?
Nos han hecho cristianos de catecismo, de dogmas, de preceptos, de culpabilidad, de cumplimiento de la Ley y pocas veces, se nos han transmitido los auténticos valores del Evangelio.
En el Evangelio no hay preceptos, sino una invitación a amar al hermano, para todas las personas, creyentes o no. En esencia, es compartir el tiempo, compartir la vida, nuestro yo, con todo lo que ello implica, que es el único valor, porque si Amas, compartirás. Jesús ve el valor de la persona humana más allá de las apariencias y las Leyes. La oposición a Jesús, venía de las esferas más altas, venía de las clases religiosas con poder político. Hoy, hubiera sido igual.
La experiencia de Dios que llegó a tener Jesús, es la raíz de todo su mensaje. Esa experiencia le llevó a hablar de Dios como Abba (padre y madre)
Los judíos no entendían el perdón tal como lo predicaba Jesús. Hoy todavía seguimos escandalizándonos de que Dios ame también a quienes hacen daño.
Quitamos sentido al Evangelio, cuando planteamos nuestras relaciones con Dios como si fuera un ser humano. Es más, nos atrevemos a decirle: perdónanos, como nosotros perdonamos ¿Pero realmente perdonamos? Pensar que Dios cambia de postura con relación a un pecador porque hace penitencia es absurdo si lo entendemos literalmente.
Con el conocimiento que tiene Jesús de Dios, sabe muy bien, que ni Él ni Dios, tienen nada que perdonar. La actitud de Dios es siempre la misma, no cambia. Eternamente será Amor y por ello, eternamente será perdón. Decir entonces, que Dios es eternamente Justo, carece de sentido. Decía el escritor Francois de la Rochefaucould: «Se perdona en la medida en que se ama”
El descubrir que Dios sigue amándote, a pesar de tus fallos, tiene que llevarte a una Confianza absoluta y total en Él. Una Confianza en el cambio personal, fundamento de todo futuro verdaderamente humano.
¿Qué padre, qué madre, no perdona a sus hijos, cuando han errado, sin necesidad de decir: “Yo te perdono”? Veamos la actitud del padre en la parábola del “hijo pródigo” que yo llamaría del “Padre Compasivo” Este es el mensaje de Jesús, profeta y poeta de la Compasión. Otra cosa es que nosotros lo hayamos entendido realmente.
La confesión se ha utilizado muchas veces como instrumento de control sobre la gente, sobre sus conciencias, convirtiéndola en seres miedosos Esto es lo que tenemos que superar, porque no hay mayor juez que nuestra propia conciencia, y porque la confesión no es un juicio, ni un “quitamanchas”; es un medio, para expresar ante la comunidad, que deseamos volver a la Casa del Padre, a la unión con los Hermanos y con nosotros mismos. Recuérdese, que la confesión tal como se administra hoy, data del Concilio de Trento, a mediados del S. XVI.
Basta tomar conciencia de que alguien me ama, para que todo cambie a mi alrededor. El Amor es una realidad tan profundamente humana, que nadie, que se sienta querido de verdad, puede seguir indiferente, ya que si uno se siente amado, podrá descubrir su capacidad de amar.
Debiera ser nuestra oración: Señor, no me dejes de tu mano, que sepa perdonar siempre, por mucho que me cueste, porque sé cuál es mi tarea, que es el compromiso con mis hermanos; con todos, especialmente con quienes sufren y con quienes no han sabido ver la grandeza y la generosidad del perdón.
El Sacramento de la Reconciliación, debiera ser, partir de una desesperanza, a una total confianza en lo que yo soy, en lo que es Dios, en lo que es Mi Hermano. Pero no ante un hombre y en secreto por obligación, sino ante ti mismo, ante tu conciencia misma, ante la comunidad misma, como se hacía en la Iglesia primitiva. Y es que la Iglesia actual, ha hiper-sacramentalizado la vida, se ha convertido en un “super” expendedor de sacramentos.
No podremos entender el tema del perdón si no tenemos claro el concepto de error personal, de fallo personal y por supuesto de injusticia estructural. Si no descubro la razón del mal en lo que hago o dejo de hacer, nunca estaré motivado para Amar. El auténtico Sacramento es el del Amor y los demás son una consecuencia de éste. Sólo si se Ama, los diez Mandamientos, quedarán reducidos a uno sólo: Amar a tu hermano, porque en su corazón está Dios.
Querido Juan:
De nuevo discrepo contigo porque haces la crítica del sacramento basándote en el mal uso que se hace de él, en vez de tratar de animar a que se viva con la radicalidad con que la Iglesia la propone.
Me refiero a cuando criticas que se haga «… ante un hombre y en secreto por obligación…». Primero, ese «hombre» sólo está ahí como signo de Cristo, para hacer más cercana, aún más humana la vivencia de su presencia y la grandeza de su misericordia cuando perdona: «A quienes perdonéis sus pecados…». Segundo, bien sabes tú que hacerlo en secreto no es obligatorio: se hacen peticiones públicas y comunitarias de perdón en cada Eucaristía e incluso celebraciones comunitarias del sacramento.
A mí, sinceramente, no me preocupa una Iglesia «superexpendedora de sacramentos», en la medida que entiendo que los sacramentos son una posibilidad al encuentro con el Señor. Sí, desde luego, comparto contigo que hay que recuperar la esencia de lo que estos sacramentos significan. En el tema de tu artículo de hoy, ¿cuánta gente sigue pensando en el sacramento «de la confesión» en vez de en el de «la reconcilicación»?
Querido sogalinarense, sí que me gustaría hablar personalmente contigo sobre este tema y todos los que queramos. Porque entiendo que este medio de Linares 28 debiera ser un punto de encuentro para las personas interesadas en construir nuestras vidas en todos los aspectos. Saludos.
Estoy en la guía telefónica.
Juan tu bonita lección de teología, la comparto casi en su totalidad. Creo que lo bueno que tiene el sacramento de la confesión o penitencia, o si quieres reconciliación, tu te acordaras mejor que yo eran cinco los requisitos para una buena confesión, el que más costaba y cuesta es decir los pecados al confesor le dices a otro hombre tus faltas tus errores, y eso es muy duro es muy difícil y para muchos seres humanos representa una humillación, pero esa humillación es buena en tanto en cuanto los hombres y las mujeres,llevan implícitos el bien y el mal.
Realizas unos planteamientos teológicos, que se me escapan. Alguna vez en la historia del universo, Dios, ese Dios que algunos adjetivamos como cósmico en su inmenso amor, perdonara al mal (Demonio).
Por que de ser así, maldita la gana que tenemos de ser buenas personas cuando vemos a tanto ………….
Lo más difícil como dice el Rey del Principito de Antoine de Saint Exupery es juzgarnos a nosotros mismos, nuestras faltas nuestros fallos seriamos demasiado sabios, yo no sería tan generoso conmigo mismo como es ese Dios todo Amor.
Emilio, jamás en mi intención está, ni nunca ha estado, dar lecciones de nada. Ya hablaremos de ésto.Este artículo lo he publicado conscientemente sabiendo que algunas personas no me entenderían, pero he creído oportuno que se oigan otros puntos de vista sobre los Sacramentos, con el Evangelio en la mano. Yo creo que en el grueso de este artículo coincidimos, y que sería interesante que con un chato de tintorro, lo tratáramos.