Felicito a quien ha sabido resistir el canto de sirenas
y a quien, todavía, liba el néctar de la primera pasión.
Felicito a quienes aún sonríen por todo, por nada,
por el latido del vivir.
Felicito a quienes pasean de la mano, conjurando a la distancia.
Y a quienes hablan alto, gritan alto,
y luego susurran quedo.
Felicito a quien llora en las largas noches,
y que sabe que no es la noche,
sino una ausencia en el hueco de la almohada.
Felicito a quien supo morir antes de esperar
a que se hiciera escarcha el olvido.

Bueno, coincide el día, y como la casualidad no existe, he querido felicitar con estos versos a quienes estéis enamorados o enamoradas, pero hoy, que el mañana Dios dirá. Felicito a quienes sólo dicen gracias con cara de arrobo, no a quienes se enrollan con eso de que “todos estamos enamorados de la primavera, de las flores… de la vida”. No, no, no, hoy no se celebran esas otras clases de amor, hoy se celebra la fortuna de sentir cómo una energía avasalladora anega cuerpo y alma, cómo la plenitud de la compañía te ha tocado con su varita mágica, cómo el compartir, debería ser en libertad e igualdad, te lleva en volandas por la corta senda de la felicidad. Tampoco felicito, porque no es su día, a quienes apostaron en la ruleta de su ingenuidad y perdieron en la ceguera de un diosecillo juguetón. A estos les acompaño y les animo porque en olvidar sólo se tardan 19 días, menos de un mes… y 500 noches, algo más de un año, total, sólo un ciclo de estaciones, una vuelta más de la ruleta, aunque, un consejo: decidle al croupier que le imprima lentitud al paso de la bola, que a veces ni se la ve en su vertiginoso deambular y la recibimos… mareada, como poco.
Alguien me decía, el otro día, que dónde dejo el amor cada vez que “diserto” sobre mis creencias y luchas, sobre mis compromisos y lealtades, sobre mi honestidad hacia mí misma. Yo contestaría que hay algo en la vida sobre lo que no se puede juzgar, algo que no es opinable y sobre lo que nadie puede dar lecciones, y eso es el amor que cada cual siente hacia todo, lo que se mueve y lo que no se mueve, lo que se hace práctico y tangible, lo que se demuestra, por lo que nos mojamos y hacia lo que domesticamos, no tanto lo que se escribe, se teoriza y sale de uno mismo para vanagloriarnos hasta de haber perdido. Argumentos tengamos y los respetemos. Es muy fácil, se dice: yo opino así. Y si yo te amo, sé que tu razón tendrás y la aceptaré totalmente.

B.B.

Foto: B.B.