Si este mundo no ha entrado en el Armagedón, poco le falta a tenor de las trochas que transitamos, que ni siquiera llegan a ser veredas ni caminos.

Y ahí está como nadando entre dos aguas el ideal utópico de una sociedad manifiestamente mejorable, amplio, plural, integrador de ideas, respetuoso con las ideas… porque la utopía está para caminar hacia ella. Hace falta gente nueva, savia nueva, que sepa integrar la cultura, la educación y el respeto hacia los demás, con la actividad política.

Por eso deseo y creo en la necesidad de reinventar la democracia.

Pero ¿Qué es eso de reinventar la democracia en la sociedad?

Yo lo entiendo como unas ideas practicables, es decir, posibles de poner en práctica, tanto en lo positivo, así como en la lucha inflexible contra lo venal.
Ya, retrotrayéndonos a las épocas Clásicas, tanto en Grecia como en Roma, tenemos unos modelos de democracia en sus distintas épocas, que en Roma desaparecen, instaurándose el poder de tiranos sátrapas, emperadores divinos. No hace mucho, podíamos leer en nuestra pesetas aquello de “por la gracia de Dios”
Pero circunscribiéndonos al mundo que actualmente nos rodea, reinventar la sociedad, reinventar la democracia, es ofrecer y dar cauces de participación y de cultura a los pueblos. No sólo en las urnas cada cuatro años, sino en el favorecimiento de la política activa, participativa, por parte de la ciudadanía, un día tras otro.

No se puede considerar el edificio de un Congreso de los Diputados, el Sancta Sanctorum de los elegidos, que siendo lugar sagrado, no pertenezca a todo el pueblo, porque sólo el pueblo en su dimensión comunitaria, es sagrado. Para ello, todos hemos de involucrarnos en eso que tan acertadamente llamaron los romanos la “Res Pública” que bañaba a toda la ciudadanía, invistiéndolo como auténtico protagonista de su propia historia. Pero también era cierto que en aquellos entonces, una cosa era predicar y la otra, dar trigo.

Para eso está la Educación de nuestros menores en las casas y en los centros educativos, porque para educar hay que hacerlo en tándem y sobre todo estar todos preparados.
Mucho me temo que después de la dictadura franquista, que sembró de incultura España, exista parte importante de esta sociedad que mira a veces para otro lado y ahí está por ahora el escollo.
Y haciendo una analogía, la educación en valores humanos, debería ser una especie de “salón de los pasos perdidos” (como en el Congreso) por el que fluyese la normativa y la legislación, con la cultura, la responsabilidad y el compromiso, uniéndolos con la estancia de esa inmensa habitación que es la calle.

Y es que nuestras últimas generaciones parecen padecer de agorafobia, pues hemos renunciado a esa calle. Calles impregnadas de cultura, de moralidad, de filosofía; calles solidarias. Recuérdese el Ágora, el Areópago griegos, centros vitales de la democracia (a veces, porque a Sócrates, allí mismo lo invitaron a beber cicuta)
Y deseo que esto se entienda en términos exclusivamente participativos. Es el menoscabo en su actitud de servicio lo que falta a bastantes de nuestros políticos, que gracias a Dios, no son todos, pues ellos, son sólo un reflejo de la sociedad.

Es necesario educar a nuestros hijos en la honestidad y autenticidad personal, en el compromiso social, para que éstos sean preponderantes adalides de sus futuras actuaciones y comportamientos sociales, morales y políticos.

Otra sociedad es posible, la solidaridad y el compromiso necesarios y la crítica pero sobre todo la autocrítica, imprescindible.
Sólo con estas condiciones, podremos avanzar en las relaciones humanas, entendidas como algo natural en que las gentes sean las auténticas protagonistas de su propio devenir.
Las ideologías enlatadas, a mi modo de ver, constriñen la libertad del ser humano, porque inmovilizan a la persona, reduciendo su capacidad de pensar y actuar, haciéndolas dependientes. Hoy buscamos ansiadamente un líder que solucione nuestros problemas… y vamos por un camino equivocado. Muestras de ello hay lamentablemente bastantes en la historia.
Estamos lejos de democracias auténticas. Existen sólo plutocracias, que son en definitiva los gobiernos de los mercados, los gobiernos de los más ricos del planeta.

Es necesario que elevemos a la categoría de normal, lo que desde nuestra libertad individual es normal; lo que desde nuestra responsable libertad colectiva, es normal y lo que desde la generosidad de este pueblo español, es normal.