Hoy está lloviendo y el del boli está triste. En su mente tiene secretos y está sometido a la dictadura de la razón. No quiere dañar a nadie. En días como éste, se desploma su interior en un vacío, en una nada sin fin.
Yo, sí tengo un amigo a quien contar cosas. Es el maniquí hombre. No tiene alma literaria, ni escritor que le dé vida, siempre está callado y a mí me gusta así; no me interrumpe. Le cuento cosas, mis secretos íntimos.
Si fuera escritora, le hablaría de mi musa, muso, numen… o como se diga musa en masculino. Pero sólo soy un maniquí y mis inquietudes son distintas. No me preocupa lo superficial: -¿Qué me pongo hoy? Ja ja yo lo llevo puesto todo el mes y puedes creerme, voy a la última.
No me preocupa lo que piense maniquí hombre, entre otras cosas porque no piensa. Puedo vaciarme entera, sin mentiras piadosas, sin miradas amenazantes de otros, sin miradas furtivas mías.
Hoy con la lluvia, no pasa nadie. Se ha parado alguna curiosa con el paraguas y alguno que otro que no lo tiene; viene corriendo, se para bajo el tejadillo del escaparate, me da la espalda, mira al cielo, se lo piensa… un dos tres y sigue corriendo.
Al menos si no es por uno u otro, siempre estoy entretenida. Días como hoy suelen ser divertidos, aunque esté mal divertirse a costa del padecer de otros.
Pasa la gente, se levanta una ráfaga de viento y ¡ala! , ¡A volar!. Paraguas rotos, algún culetazo que otro… El dueño del comercio manda al chico al almacén. – “Súbete un par de cajas de paraguas, hoy los vendemos todos.”
Por cierto hoy Fermín –el cristalero- no viene, ¿para qué? Los días de lluvia salpica el agua y no sirve de nada limpiarlos. Mañana si amaina, pondrá más esmero y dejará el escaparate como yo soy, casi invisible.
Espero que para mañana haya amainado también las angustias y los torbellinos melancólicos de mi escritor. A mí si me cuenta sus secretos, pero como secretos que son, no os los puedo contar a vosotros.
Feliz día lluvioso.