Estaba Nemesio un día
Bebiendo un “caldo” de gorra
Entablando gran porfía
Con quien pagaba la ronda
Es bastante porro el mamón
Y nunca se gasta un duro
Va de progre el caraculo
Siempre que le den jamón

Si lo encuentras por desgracia
No digas que me conoces
Aunque sea “de su alma”
El Parri de sus amores.

Lo que le pasa a Nemesio raya en lo inaudito.
Días atrás me lo encontré de nuevo en la farmacia del Trejo, en la que coincidí con mi amigo Alberto Español, algo conocido de Nemesio. Alberto las gasta de cuidado sobre todo cuando le tocas las Españas y menos mal que no estaba el Farru, porque si no se lía entre los cuatro.
Entró con las piernas abiertas, como si estuviera escocido, con los brazos arqueados y con una mala leche de la hostia.
Saludó a Alberto Español como de compromiso y a mí ni me miró. Se dirigió con cajas destempladas a una nueva auxiliar y le dijo: “Oye tú, muchacha, llama ahora mismo al Trejillo, que le tengo que decir una cosa”
Nos quedamos mirando boquiabiertos de ver su genio. El abuelo no dejaba de botar.
Al segundo, salió el Trejillo y al verlo cómo estaba de cabreado, muy, pero muy amablemente le preguntó que quería.
“Mira Juan Enrique, me ha pasao una cosa mu desagradable. Anoche, con la lú apagá pa no molestar a mi Dolores, me confundí y me metí por atrás algo que no era el positorio que ella me deja toas las noches en la mesita pa el estreñimiento y tengo un dolor de cojones”.
Todos nos quedamos mirando con los ojos como platos esbozando una ligera y malévola sonrisa.
Javi, el cuñado del Trejillo, también farmaceútico, aguantando más que nadie la risa, le preguntó: ¿Qué es lo que se ha introducido por vía rectal, si se puede saber?
“Por vía ¿qué?”
Por el culo, contra, por el culo, le dijo Juan Enrique.
Nemesio con voz baja se agachó sobre el mostrador y echando el rabillo del ojo a los lados, aunque no había nadie más dijo:
“Es que mi Dolores que es mu beata, tiene en su mesita de noche una talla chiquitita de prástico de San Pascual Bailón, que tié la misma forma y tamaño que el dichoso positorio y se conoce que ayer por la mañana por cualquier causa, al hacer la cama, la dejó en mi mesita por despiste. Yo no me di cuenta y como el positorio siempre me lo deja pelao y yo estaba ya medio adormilao, me enjareté al santito de los cojones”
El estruendo de carcajadas fue apoteósico y el cabreo del abuelo más.
Eso es que se había enjaretao más de dos tintorros y sin cenar… le dije.
Pues ya se sabe, a pagar las consecuencias del pedete lúcido.
Los ojos ensangrentados, la baba se le caía de la ira y ya iba a encender un Caldo de Gallina cuando el Trejillo dijo: ¡Eh!, esto es una farmacia.
“Bueno ya lo sé, pero recétame algo pa echarlo, porque el dichoso santo se ha quedao atrancao ahí”… dijo señalando el trasero.
Y yo le digo: ¿Sabe Vd. Nemesio que San Pascual es el patrón de los otorrinos?
Y me suelta: ¡Qué cojones tiene que ver el oído con el culo!
Sí, Nemesio, es que antaño, cuando no éramos tan finos, tan relamíos y tan miraos, solía decirse que muchos de los que tienen pluma, coincidía en que eran duros de oído. Y que si su Dolores, tenía en la mesita a San Pascual, por algo sería.
Para qué le dije eso.
Pepe Trejo, que entra en esas entremedias, le dice que se metiera una cerilla mojada en aceite por el ano y después que su Dolores le hiciera una divulsión anal.
“¿Una confusión anal?”
No leche. Que le meta el dedo en el agujerito y le estimule el esfínter anal, le dijo el Trejo.
“Y un mojón que te comas si piensas que además de una cerilla, me va a meter mi Dolores un deo por el ojete.
¿Por qué no te metes tú la Cruz del Valle de los Caídos? que eres un facha de mierda. A un macho y rojo como yo, con un par de cojones, le vas tú a recomendar eso… Que me duele mucho joder!
Pepe le dijo que eso era lo que había y si no, que esperara a que se le apareciera Fray Escoba para que le limpiara el intestino, claro, metiéndole el artefacto de barrer por el susodicho.
El abuelo con una ira de espanto se fue de la farmacia diciendo: ¡Cabrones, mal nacíos, fascistas!
Y al salir me dijo: ¡Y tú que puñetas miras, so desgraciao! Te voy a icí un cosa: ¡Vete a las Sanjuanicas niñato!
¡Pero yo qué le hecho ahora!
Ni me contestó y casi se mata con el cristal de la puerta. Gracias a que estábamos sólo los justos.
Menos mal que Alberto Español, ni abrió la boca, porque si no, allí se lía la de Montejurra.
Yo me cabreé y pensé: ¡Ya está bien de aguantar a este rojerío barato. Que soy monárquico, joder, que soy monárquico y español!