Y cada año, un año más, un reguero de sangre limpia y fluida va anegando los hogares, que no son tal porque es el amor el que hace de una casa un hogar, las escaleras, los portales, las calles o los lugares recónditos. Al cabo de un rato, la vecindad, que somos todos, nota los zapatos pegajosos y se pregunta a qué se debe esa asquerosidad. La vecindad, que somos todos, se entera de que en un piso, a lo mejor en el de enfrente, un hombre ha matado a su mujer, dicen matado no asesinado, dicen que hay una mujer muerta, no asesinada. Entonces ponen cara de extrañeza, es algo inconcebible, el hombre era tan amable, se llevaban tan bien, iban tan preciosos junto a sus hijos a comprar, a tomar una caña, a lo que fuera… Y nadie se lo podía esperar. Sí, era verdad, ahora que lo piensan, que la mujer no tenía brillo en la cara, que los ojos parecían tristes, que su voz apenas se oía, que la energía parecía haber huido de su cuerpo… pero no llamaba la atención, era como una sombra que iba de acá para allá ejerciendo de esposa, madre, ama de casa, de cuidadora de todos… Sí, era verdad, ahora que lo piensan, que la mujer nunca tenía tiempo para ella, pero era una buena esposa, una buena madre, hija, nuera o abuela. No se sabía, era verdad ahora que lo piensan, si era una buena amiga, ni siquiera si era una buena mujer o ni siquiera si era mujer. Sólo sombra tanto antes como después de cerrar la puerta tras de sí.
Pero ¡qué raro! No habían oído nada, se extrañaban, eso de la violencia de género no podía pasar al lado sin enterarse, eso no les podía pasar a ellos, vecinos y vecinas, tan cercanos… Cuando se va la policía y la ambulancia, la manga de riego, fuerte, potente, con agua que sí sabe de rabia, limpia la sangre asquerosa que se pega a los zapatos, que a nada más, no sube hasta la garganta para vomitar. No se limpian vómitos, se limpia sangre. Es barato matar a una mujer, nadie se alarma, nadie se entera, nadie protesta. Un reguero de sangre y de silencio es todo lo que cada día olvidamos.
Bien. O mal. El caso es que en Noviembre se conmemora el día, el 25, contra la violencia hacia las mujeres, y no sólo en Noviembre. A mí me gusta decir violencia machista, una violencia contra las mujeres por serlo, para que no me venga ningún virtuoso de la manipulación aduciendo otras clases de la violencia, que las hay claro, desde que el mundo es mundo. Esta es, y no me cansaré de repetirlo, una violencia invisible. Sí, una mujer, presa en su discriminación de siglos, de milenios, sin resortes para reaccionar, que se casa, o se une, o se junta, para hacer realidad su sueño de generosidad y de amor y para contribuir a la propagación de la especie, que permanece atendiendo a todos, haciendo lo que alguien tiene que hacer porque hay que hacer de todo y así se ha decidido porque sólo ella puede parir, esa mujer comprueba que su vida no tiene alegría, que no es plena porque no se la facilitan. ¡Sería tan fácil decir algo agradable, reconocer su presencia, mirarla alguna vez a los ojos…! Pero no, no tiene alimento, nadie llena su necesidad interior y encima tiene miedo, le aplasta la injusticia, la ingratitud, la falta de seguridad en sí misma, el desprecio a su cuerpo, utilizado, y a su alma, olvidada. Como si fuera un objeto, una esclava, un ente no se sabe de qué. Y se va agostando o marchitando ahogada en su propia indecisión, su propio miedo, su propia, cada vez más profunda debilidad.
¿Qué no es así? ¿Nunca os habéis puesto a imaginar, o a ver, cómo tiene que ser la vida de estas mujeres? Pues existen y os lo digo yo que he visto a bastantes y además no tantas como otras que están más cerca y pueden hacer más, afortunadamente. ¿Qué no son todas? Sólo una nos debería bastar, así que por ahí no cuela. Me vais a decir, y lo sé, que los hombres, la generalidad de los hombres, no son así, y afortunados ellos porque se llevan más de lo que dan, pero sí hay unos cuantos que desde luego una convivencia diaria puede llegar a ser insoportable. Y además matan. Me vais a decir que hay hombres que sufren violencia verbal o convivencial por causa de algunas mujeres, y también lo sé, estas cosas pasan. Pero no hay muertos. Claro que algunas muertes en vida son también muertes, pero la de verdad, la muerte de verdad, de la que no se sale ni valen decisiones valientes, les toca a las mujeres. Y creed que lo siento, ójala no fuera así.
Yo hablaba el año pasado del plus de peligrosidad para las mujeres en todo, y ahora hasta para los gobiernos que pretenden mantener esta estructura patriarcal, permisiva, impune y asquerosa. Como la sangre de la que hablaba al principio que afortunadamente muchas no nos quitamos de nuestros zapatos. En esto quien los lleva limpios y relucientes es sospechoso.
Estamos acostumbrad@s. A ver imágenes de mujeres agredidas. Los carteles las muestran, nos muestran. ¿Por qué relacionar mujer con imágenes de agresiones? ¿Es necesario? ¿No se colabora con ello a asociarlo? ¿Por qué un ojo morado, o moratones de un cuerpo femenino, o un tirón de pelos como en esta fotografía que muestras en tu excelente artículo, Mercedes? ¿Hace falta mostrarlo, para saber que el machismo es un grave problema cuyas víctimas son agredidas de mil modos, siempre agredidas, siempre? ¿Que el machismo es el causante de miles de vidas desgraciadas y también perdidas no solamente con la muerte, que no es sino un crimen consentido y anunciado, sino con una señal que difícilmente desaparece en las mentes y corazones de sus víctimas? ¿Por qué no mostrar el grito de un hombre machista, ese grito malvado, ese golpe que da a una mujer o a una criatura, esa furia de bestia? Y enseñar a la sociedad que ese monstruo, que a veces está considerado buen hombre, es un ser repugnante, un ser acomplejado, el fantasma oscuro que mata, y ensucia, y es cruel con apoyo incluso de la Justicia, del machismo inoculado, de las familias que también están sometidas a la tortura del mal hogar y consienten con su silencio. Mostrémosles y descubrámoslos. Y que lleven su señal de criminales de vidas, y que recapaciten, o desaparezcan de las vidas de alguien; y comprendamos actuando con firmeza, porque la maldad y el machismo son dos términos que se consienten porque estamos hechos a golpe de errores. Y hagamos un mundo mejor y posible, dentro de tod@s, en lo ajeno, al que pertenecemos. Saludos, Mercedes.
Mujer progresista: Excelente comentario….y también magnífico el artículo de Mercedes….
Supongo que los votos en contra que tienes serán de presuntos maltratadores en potencia o,quien sabe,quizá en acto,porque si no,no lo entiendo.Si es por tocar las narices,hay cosas con las que no se puede bromear.
Supongo también que ahora,algún que otro «premio Nóbel»,se meterá a contestar y empezarán,como siempre, a soltar sus típicas paridas y salvajadas….tú ni caso..
saludos…
TRES MÁSCARAS (fragmento) Carmen Sampedro
La tercera es la máscara del monstruo que siembra terror, muerte y destrucción. Este es un momento de la historia de la humanidad en el cual no me gustaría estar y estoy. Una sociedad donde el hombre es capaz de arruinar, destruir, aniquilar a la mujer que es parte de su hacienda. Asistimos como testigos mudos a esta guerra fría que la máscara monstruosa cierne sobre la mujer, sin que ésta guerra tenga un soporte de justicia para la víctima. Es decir, que hay un frente de hombres enemigos de las mujeres que se burlan de la ley, que pasean su maldad por las calles y que únicamente son reos de justicia cuando les han descubierto su cara inhumana. Los hombres tuercen el derecho cuando no les perjudica a ellos. La cara horripilante del hombre que destruye su hacienda, gira en torno de su víctima como un depredador. Cada mes se suman dos, tres, cinco, hasta que llega diciembre y entre el anuncio de quién va a presentar las campanadas de fin de año, se cuela la noticia del número de mujeres que ya no están entre los vivos. Y los ayuntamientos guardan un minuto de silencio, y sale el número de teléfono que tienes que marcar si la máscara aparece y se pasa a otro asunto… Y pasa la noticia hasta que otro horrible crimen suma una nueva víctima, y se vuelve al minuto de silencio y queda claro que sólo hay uno que sabe sobre el tema: el asesino.
TRES MÁSCARAS (fragmento) Carmen Sampedro
La tercera es la máscara del monstruo que siembra terror, muerte y destrucción. Este es un momento de la historia de la humanidad en el cual no me gustaría estar y estoy. Una sociedad donde el hombre es capaz de arruinar, destruir, aniquilar a la mujer que es parte de su hacienda. Asistimos como testigos mudos a esta guerra fría que la máscara monstruosa cierne sobre la mujer, sin que ésta guerra tenga un soporte de justicia para la víctima. Es decir, que hay un frente de hombres enemigos de las mujeres que se burlan de la ley, que pasean su maldad por las calles y que únicamente son reos de justicia cuando les han descubierto su cara inhumana. Los hombres tuercen el derecho cuando no les perjudica a ellos. La cara horripilante del hombre que destruye su hacienda, gira en torno de su víctima como un depredador. Cada mes se suman dos, tres, cinco, hasta que llega diciembre y entre el anuncio de quién va a presentar las campanadas de fin de año, se cuela la noticia del número de mujeres que ya no están entre los vivos. Y los ayuntamientos guardan un minuto de silencio, y sale el número de teléfono que tienes que marcar si la máscara aparece y se pasa a otro asunto… Y pasa la noticia hasta que otro horrible crimen suma una nueva víctima, y se vuelve al minuto de silencio y queda claro que sólo hay uno que sabe sobre el tema: el asesino.
Antes de que empiecen a decir algo «no adecuado», como dices Arlekin, daros las gracias a ti y a mujer progresista. Las fotos, amiga, no las pongo yo pero suelo estar de acuerdo con la sensibilidad demostrada de quien las «piensa» y a quien se lo agradezco. Ya nos vamos conociendo… bueno yo no del todo. Un abrazo porque vosotros sí me conocéis.
Completamente de acuerdo con sus planteamientos, salvo por su frase (afortunados ellos por que se llevan mas que lo que dan), yo creo que en la relación entre hombre y mujer a poco que sea correcta a poco que exista el amor, ambos se sentirán compenetrados. Lo importante es darse, sin esperar nada a cambio, quien da para ver lo que se lleva, no ama, y Ud., nos mete a todos los hombres en el mismo saco, No puedo estar de acuerdo con esa teoría..
Amigo Vera,creo que no acaba usted de entender la metáfora…..
Reflexión y abstracción….
En mi opinión creo que con la violencia de género, aunque coincido contigo que realmente debería denominarse “violencia machista” pues es una violencia contra la mujer por serlo, ocurre lo mismo que con los icebergs, la porción que se encuentra sumergida es un 89% y sobre la superficie solo se encuentra el 11%. Y no queda más remedio que combatirla desde todos los ámbitos de la sociedad, el gobierno con leyes más duras y contundentes, en la formación académica erigiendo personas libres e igualitarias con independencia de su sexo y desde la familia educando a nuestros hijos como personas que se miren en el espejo que debe suponer el trato que les damos los padres a nuestras, madres, esposas e hijas.
No es violencia machista es violencia de género. La denominación, que puede ser una simpleza, guarda un trasfondo mucho más importante ya que la Ley que la regula es anticonstitucional y lo único que faltaba es tener ‘el objetivo en la mira’ hasta en su nombre. Argumenta que este tipo de violencia es un hecho excepcional y lo compara con el terrorismo o similares, perdiendo los ‘presuntos’ los derechos básicos que la Ley les debería de dar. Por cierto, los legisladores son los mismos que se echan las manos a la cabeza cuando se aplica la Ley a los terroristas. Por eso, lo que se tiene que hacer es educar en la convivencia. La coacción está demostrada que no tiene efecto, es más, por desgracia las muertes de mujeres (sobre todo) y hombres se mantienen año tras año; la Ley lo único que ha producido es un aumento de las denuncias falsas y que en el extranjero aumenten su preocupación (por no decir asco) por este país que ni siquiera sabe adaptarse a las leyes que hace.