Hoy voy a recordar la explosión cofrade revestida de devoción mariana que el pasado sábado inundó las calles de Linares.  Yo no sabía cómo iba a ser ni cómo resultaría, pero en una primera impresión me gustó ver de nuevo a la gente en la calle, mucha gente, el Paseo lleno de gente, como hacía tiempo que no veía. Constaté la participación y el entusiasmo de las cofradías, estaban contentas de salir de nuevo. Me reafirmé en que Linares es una ciudad cofrade como pocas. No sé si había verdadera fe ni cualquier otra cosa, no juzgo, lo que sí había era alegría en la calle. Y eso me gustó.

Intenté participar del acto combinando mi fe, yo sí la tengo aunque menos iconódula,  (no vayáis a creer que sabía la palabreja, la he buscado cuando he necesitado transmitir mi escasa veneración por las imágenes sin ser iconoclasta, que sí la sabía), bueno pues todo el rato intenté combinar mi fe con lo que estaba viendo. No juzgué, al menos mi pueblo se movía por algo y algo que permanece, y me gustó volver a ver rostros conocidos y desconocidos. Sí pensaba que se había hecho un homenaje a las mujeres, una veneración a las compañeras, un muestrario de las nuestras. Se las venera, se las engalana, se las saca y se las pasea, pero desde fuera, sin dejarlas ser ellas mismas, unas eternas escuchantes silenciosas. Así las veía. Y me dio pena.

Asistía a la Misa e intentaba imaginar cómo sería que las mujeres pudieran leer el Evangelio, proclamar su propia homilía, cómo afrontaríamos los diferentes ministerios, cómo sería recibir la eucaristía de manos de una mujer. Hay mujeres muy brillantes e innovadoras y necesitamos visibilidad también en este ministerio, saber que podemos compartir cualquier cosa en igualdad, no como servidoras y complementadoras en algunas cosas y no en otras. Esto es algo que chirría en estos tiempos, porque es cuestión de épocas y de hombres, no de imposibilidades. Épocas más misóginas, todas, y épocas en las que hay que echar fuera la misoginia, como es esta, la actual. Parece ser que el Papa Francisco ha dicho que hay que dialogar con las mujeres teólogas, a ver para cuando que las hay, las hay buenísimas, están esperando imparables y estoy segura de que su lucha y su defensa va a ser contundente al máximo. Sólo se espera la igualdad en este campo también, para que las mujeres una vez pertenecientes a todo, puedan aportar una visión equitativa que conseguiría  completar la carpetovetónica existente en las manifestaciones de fe. La marea machista lo anega todo. ¿O es miedo?

Esta es mi opinión al haber visto a todas imágenes juntas, por mucho que me conste la veneración y honestidad del mundo cofrade. María era una mujer, Magdalena fue otra y hasta que los próceres se dieron cuenta todo estuvo más nítido y equilibrado. Nadie debe poder hablar por las mujeres, hay que dejar que aporten su complemento y se valore su aportación. Mientras no se haya conseguido esto, después de siglos de cerrazón e injusticia, no se podrá avanzar demasiado y nada será “perfecto”, como se pretende. Si es la reina debe ejercer de ello y de ella abajo, nadie.

Voy a terminar ilustrando mis observaciones externas. El cura que presidía la ceremonia, comunicó al final que el obispo había recomendado que a las 12 de la noche todos los pasos estuvieran en sus templos. Yo, en ese momento, me acordé de la Cenicienta pero me fui a tomar una cerveza, los bares estaban llenos y me alegré, confiada en que así sería puesto que empezaban a bajar del Paseo de una manera constante, sin pararse demasiado.

No conté con algo que sí es ancestral y aleatorio por los siglos. Cuando ya dejaba mi rato lúdico y agradable de convivencia con amigos, como solemos hacer los linarenses, y siendo más, mucho más de las 12 de la noche, todavía el Nazareno se deleitaba alrededor de la fuente de la Constitución. Habían pasado 3 horas para bajar el paseo, exactamente 3 horas,  y le quedaba parecido trecho hasta san Francisco. Yo pensé, supe, que las cenicientas estaban ya en sus templos, a su hora, cumpliendo con su compromiso y me emocionaba valorar cómo somos las mujeres de responsables.  Al Nazareno le había dado igual, él no tenía hora, era un hombre y con poder, con él no iba la recomendación. Se me podrá decir que eso lo podía haber hecho la Soledad por ejemplo y no pasaba nada, y claro que sí, pero el caso es que no se le ocurrió, a la Soledad no se le ocurrió, pero al Nazareno sí. Es cuestión de cumplir.

Y que conste que sé que no son ELLOS. Esa es la diferencia. Y fijaros qué sutilmente se ha visto.

El Nazareno en la Plaza de la Coronación

El Nazareno en la Plaza de la Coronación