Se encogía la luz del día, cuando
la tarde murmuraba en voz baja,
los saludos al tenue fulgor de aquella
luna muda, sin expresión ni sonrisa.

Se tornó el cielo en flores de viento,
tapizando, toda aquella infinita cúpula,
en luciérnagas esquivas, parpadeando
al unísono el son de una oscura música.

Resbaló la templada esencia de la luz,
garantizando un álgido y oscuro escenario;
la noche, traidora cruel del diáfano día,
engullendo hasta el alba, su vida.

La noche

La noche