De pardillos creer que un Premio Nobel de la Paz, en nombre de la Libertad, no pueda usar la fuerza de manera contundente para sus intereses.

Ignoro si la mayoría de los votantes del Partido Popular, en las pasadas elecciones generales, estarán de acuerdo o no en adoptar para el gobierno de Siria una “contundente respuesta” ante el uso de armas químicas contra la población civil.
Ignoro lo que piensan al respecto el resto de ciudadanos españoles, más allá de las consignas que promulgan los diferentes partidos políticos. De pardillos creer que alguien pudiera pensar en consultarnos, a los pobladores de este país, para constatar si nos apetece vernos inmersos en una guerra como la que se prevé se desarrollará muy pronto en Oriente Medio, o no.

Ignoro también la veracidad de las informaciones que con respecto al conflicto sirio nos llegan, o qué grado de manipulación de las mismas sufrimos ante lo que, en apariencia, no es más que una necesidad de los Estados Unidos por consumir sus propios productos bélicos, antes de que se les queden obsoletos, para seguir fabricando más, incluso para que el enemigo (Rusia y China) venda armas al otro bando y así todas las grandes potencias salgan beneficiadas, mientras se crea tensión en la zona y pasa a un segundo plano el conflicto Palestino-Israelí, al tiempo que se ejerce una postura de fuerza contra Irán. Y no porque no sea una crueldad lo que está ocurriendo en Siria, si no porque situaciones similares se dan a diario en muchos otros puntos del mundo y a nadie parece importarle. Y porque la solución no creo que sea bombardear objetivos selectivos a sabiendas con meses de antelación cuáles han de ser.
Si no fuera por la gravedad del asunto, parecería un chiste de Gila: ¡Oiga! ¿Es el enemigo? Mire, que mañana vamos a bombardear…

Parece que quienes apoyan la posición Norteamericana olvidan que Obama fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz nada más llegar a la Casa Blanca. Entonces, algunos fuimos tildados por los ¨progresistas” de traidores cuando opinamos que era demasiado pronto para tal mérito, que había que currárselo (como lo hizo Mandela, por ejemplo) ¿Qué pensarán ahora? Alguien me ha contestado diciendo que él no lo buscó, que se lo dieron. Mi respuesta es contundente, que no lo hubiera aceptado.

También choca ver gozosos a los conservadores de este país porque el Gran Jefe (tildado de “peligrosamente de izquierdas” en infinidad de ocasiones por ellos mismos) le ha dado una palmadita a Rajoy en la espalda y le ha dicho lo bien que lo está haciendo en política económica. Parece que Obama, el que quiere universalizar la sanidad en su país, desconozca que en el nuestro existe un interés por todo lo contrario (y no cito más ejemplos contradictorios que están en la mente de todos, por no hacerme pesado).

Claro que no me gustaría quedar como un hipócrita si no digo que, egoístamente, en Occidente no nos interesa un gobierno fundamentalista musulmán en Siria, (ni a las mujeres musulmanas, ni a los cristianos que viven allí, etc.) como ha ocurrido en Egipto, a la caída de su dictador; pues, parece ser que gran parte de la oposición a Bashar al-Asad la forman los llamados “hermanos musulmanes”. Estados Unidos puede volver a caer en el error de financiar a sus enemigos, como hiciera con Al Qaeda o con tiranos como a Sadam Husein (¿o es una acción premeditada?)

Por último y, aunque no venga mucho a colación con este tema, apuntaré la inocencia de los dirigentes políticos, de todo signo, con su monarquía a la cabeza, de este país, incluidos los medios de comunicación acólitos de los mismos, ante la insistencia de celebrar unas Olimpiadas en Madrid.

¿Pero, con qué credibilidad nos van a conceder unas Olimpiadas a un país que hasta hace muy poco ha estado a punto de ser intervenido económicamente por el Banco Central Europeo, gracias, en gran medida, a la ineptitud y al hurto de su clase dirigente? ¿Cómo nos van a conceder ningún privilegio, incluidos fondos, si quienes han gestionado mal, han recibido comisiones ilegales o han robado hasta la saciedad no sólo no han devuelto nada, si no que ni siquiera han ingresado en prisión?

De pardillos creer que el resto de las naciones van a confiar en nosotros, habitantes del país del engaño y la triquiñuela.

Alepo - Siria - Foto: Javier Martín Espartosa (Licencia Creative Commons)

Alepo – Siria – Foto: Javier Martín Espartosa (Licencia Creative Commons)