Es una sensación rara eso de volver a casa después de pasar bastante tiempo fuera, de momento cuesta resumir en pocas palabras todo lo vivido porque al final lo que importa es que ya estás aquí. Eso pasa generalmente en verano, mientras deshaces la maleta y la ropa va recobrando el calor. Y lo hace de una manera inmediata, lo que  hubo que contar ya se contó, a la vuelta sólo importa eso: que has vuelto.

Pero vayamos al lío, que ya han pasado los días bucólicos, y opinemos de lo que va pasando y que no hemos concretado en común. Sé que no será más que hablar por hablar pero es nuestra forma de comunicarnos, la que nos hemos dado, que os he visto un poco callados, un poco al ralentí, aunque no es para menos. ¡Qué calor!

De pronto un peñón se nos ha removido, Gibraltar es como un grano de esos que te aparecen de vez en cuando, que no recordamos nunca hasta que nos molesta y que como nunca llega a durar mucho, no sajamos del todo. Pero ahí está aunque no es esencial para nuestra preocupación o nuestra vida. Vaya por delante que lo único que me importa de ese apéndice geográfico es el factor humano, la gente que ve peligrar su puesto de trabajo, su lucha por la supervivencia, aunque yo diría, sabiendo que soy injusta y no me afecta, que todo emana de la connivencia que hemos tenido, porque si ningún español de La Línea o Algeciras y alrededores se hubiera vinculado al trabajo que le puede dar la peña, si nadie lo utilizara más que para una visita, y ni eso, no se temería ahora perderlo. Es una relación tóxica, como ahora se dice, y a nosotros no nos lleva a ninguna parte.

Necesitar al peñón para subsistir es demencial, nuestro mayor error, me suele chirriar este conflicto, ese querer y no poder, ese echarse en cara cosas cuando no nos importamos, esa discusión entre dos partes que no acaba con un divorcio efectivo y unas normas recurribles en caso de no cumplirse. Y nada más, me molesta que ahora, o de vez en cuando, se nos desprecie en nuestra propia cara y nos pongamos a llorar. No es que quiera entrar en amenazas mutuas, es simplemente que no me importa, ellos a lo suyo y nosotros a lo nuestro, que paguen por lo que se benefician, que no utilicen lo que no tienen o que lo paguen como unos extranjeros más, cuando se es extranjero se trata uno como extranjero, que no haya ningún tipo de privilegio, que se apañen con su roca y sus monos, ya tienen sus contrabandos y sus protecciones inglesas. Que sí, que no hay que cerrar la verja, pero que cuando quieran cruzarla que cumplan con sus deberes de país vecino, que pasen frontera con lo que conlleve, que nos compren ellos que son los que lo necesitan, ni más ni menos. Y a olvidarlo.

Es que me parece un tema más de rizar el rizo, pero que lo pienso así. No recurro al nacionalismo ni a considerarlo español, para nada, allá Utech con sus cosas, tampoco me importa que las reales naves se paseen por las aguas depende de quienes sean, que si están dentro de sus límites, bien, y si no que lo hagan según los tratados internacionales o europeos a los que estamos obligados. Cumplir la ley sin contemplaciones, que somos tontos de remate.

¿A qué jugamos? Todavía no sé a qué juegan los diplomáticos españoles e ingleses, tampoco por qué hay que darle explicaciones a Durao Barroso, ni por qué se permite un retiro dorado de gibraltareños en Sotogrande, ni por qué se les trata como de la Unión Europea cuando el Reino Unido la utiliza a su conveniencia. Hay cosas nuestras más importantes en las que pensar y todo esto me parece patético e indignante. Me cabrea porque no se hace lo que se debe hacer, y se habla mucho y luego ellos, todos, saben lo que se traen entre manos, porque tengo la sensación de que nos la están colando, ellos y los nuestros.  Por algo les convendrá, seguro, y ante la sospecha, porque ya no me fío de nadie, me indigno y no tengo ganas de soliviantarme por esto. Es paraíso fiscal, que Marruecos está al acecho… ¡Ah, acabáramos! ¡Qué angustia!

Sólo un gaditano de esa zona, un pescador, me podrá callar, es al único que puedo respetar, es el único que los gobiernos, el nuestro y el otro, olvidan. Aunque en el fondo pensaré que habrá sido manipulado para que necesite “tan imperiosamente” llegar a un acuerdo con quien yo no hablaría ni media palabra.

Foto: Scott Wylie

Foto: Scott Wylie (Licencia Creative Commons