En los tiempos que vivimos, cuando nacen por doquier, movimientos, frentes, foros y demás asociaciones, metidas a salvadoras de la patria, o donde cualquiera, se cree en el derecho de extirpar los tumores de la sociedad, me voy a permitir analizar, hasta donde llega la vanidad humana, cuando recibe un presente, un regalo, un obsequio y el porqué del mismo, sus consecuencias, y hasta qué punto los mismos, son la simiente de la corrupción.
¿Quién no ha hecho un regalo en su vida? ¿Quién no lo ha recibido?
Desde la más tierna infancia, recibimos múltiples regalos, que si el vestidito, que si la colonia, que si el peluche, casi siempre de los miembros de la familia, hermanos, tíos, sobrinos, primos y buenos amigos suelen cubrir el cupo. Pero también los recién nacidos reciben regalos de conveniencia, que suelen ser incluso mejores, alguna medalla, cucharas de plata, etc., son los realizados por los compañeros de trabajo de los afortunados padres, casi siempre de diferente rango, mayor o menor, los de igual rango suelen entrar entre los buenos amigos. En una palabra, los que esperan algún ascenso y los que lo temen
A lo largo de la vida el hombre o la mujer, van a ser miembros activos de lo que ha venido en llamarse, objeto social del regalo. Mucho más en la sociedad de consumo en la que estamos, queramos o no inmersos. Si Ud., suele tomar café en un bar cada mañana, servido por el mismo camarero, si este recibe una pequeña propina diariamente, el camarero tendrá hacia Ud., siempre una pequeña deferencia, si lo comparamos con el otro cliente que no deja esa propina. Baste este pequeño ejemplo para demostrar la importancia de los regalos en este caso una pequeña dadiva.
Cumpleaños, onomásticas, Navidad y Reyes, son las fechas señaladas, en que nos intercambiamos regalos con familia y amigos. Luego están los regalos entre parejas, que pueden llegar en cualquier momento, si los integrantes de esa pareja, a poco que tengan algo de psicología, saben cuando regalar. A fin de cuentas cuantos ramos de rosas, no han tenido la bendita culpa, de unir para lo bueno y lo malo a dos personas que se quieren.
Pero alguna vez, sobre todo con la familia, tienes una pequeña o gran decepción, cuando te enteras de la venta de tu regalo, por aquel familiar que creías entrañable.
En mis tiempos mozos, cuando los guardias urbanos, dirigían el tráfico en el centro de un cruce, llegados los días prenavideños, era fácil observar cómo junto al guardia que subido a un pedestal, a base de silbato y gesticulación con los brazos, ordenaba el poco tráfico, se agolpaban las bebidas, de todo tipo y las típicas viandas navideñas hasta el punto de que las viñetas de la prensa, lo mostraban como un montón de botellas y el guardia enterrado en las mismas, solo le asomaba el casco y una mano. Era tal la cantidad de alimentos, que se recogían y que en su mayoría iban a parar a hospitales y asilos de ancianos.
Pero esto se hacía por algo, los conductores, que habitualmente pasaban por el mismo cruce todos los días, creían que con ello se hacían perdonar los pequeños pecados veniales, que realizaban en su deambular diario, por las calles de la ciudad, en el fondo ese era el motivo, y creo que era un buen motivo, los policías y los conductores, se volvían mas humanos. Porque ¿Quién me dirá que no es una satisfacción regalar?
Los empleados de las entidades financieras (Bancos y Cajas) se encontraban muchas veces en un grave aprieto, en Navidad. A veces se tenían que salir de casa para que cupiesen los obsequios y regalos de la clientela de la entidad, algunos hasta llegaban a alquilar un almacén. Todo al final se come y se bebe, también sirve para regalar a su vez a la familia. A lo mejor estoy hablando de otros tiempos en que la generosidad era bastante común en la gente. Eran otros tiempos.
Cuando el afortunado es el responsable de una oficina, los regalos se multiplicaban entrando en el límite de lo escandaloso, no faltan los jabugos, o los coñacs franceses o el mejor marisco de las rías y alguna otra cosa inconfesable.
Los bancarios, como los guardias, que recibían las botellas de espumoso, cometían también sus pecados veniales, dejar pasar en una cola al cliente que iba con prisas, facilitar cambio más rápidamente a unos que a otros, felicitar al cliente cuando ganaba su equipo de futbol, y muchos etcéteras mas.
Pero los apoderados y directores, que se veían agraciados por un Jabugo o un esplendido Moet & Chandom (no sé si lo he escrito bien), el regalo se convertía en el filo de una navaja. Me lo han hecho por el crédito que les trámite, o será por qué me van a pedir otro. Admitir el Jabugo muchas veces se pagaba a muy alto precio. Y si solo fuese un Jabugo, pero más de una vez la cosa iba a mayores y se entraba en la temida corrupción. Más de una desgracia empezó por ahí.
Señorita, me puede Ud., poner en un papel su dirección.-
¿Y para que quieres tú saber donde vivo?-
Mi mamá me ha dicho que se lo pregunte.-
Y va la maestra, y escribe en una nota, su dirección, diciéndole a la niña:
No vaya tu madre a hacer una tontería.
Entro en los regalos a los maestros, en Cataluña, me imagino que en Andalucía lo mismo, los maestros de EGB o de la ESO, recibirán obsequios en las fechas navideñas más que de sus alumnos, de los padres de los mismos, podríamos argumentar de muy variadas maneras, pero son del todo negativos si se reciben en el colegio o escuela, pues se genera una discriminación, entre los alumnos que regalan y los que no. Si se reciben en casa, es cuando se puede caminar sobre el filo de la navaja, como el director del banco.
En el colegio al que fueron mis hijas, se prohibieron todo tipo de regalos a profesores y profesoras, la idea partió de la asociación de padres de alumnos, ante los casos de discriminación evidentes que ocurrían, era un colegio de monjas concertado.
La solución fue simple y sencilla, se aumentaron algo las cuotas de la Asociación, se hacía a todo el profesorado, un regalo navideño por igual, que se entregaba en una fiesta conjunta de padres y profesores, en la que estos no pagaban, solo los padres. La relación de los padres con el profesorado mejoro mucho. Celebraré que sea una idea positiva que algunos quieran adoptar.
Como conclusión, el regalo, el obsequio debe de existir, pero tanto en el que lo realiza, como en el que lo recibe, no han de existir segundas intenciones.
El regalo, el obsequio, solo han de ir unidos al cariño y al afecto, que debemos tener entre personas.
Amén. Si esto fuera así cuantas barbaridades nos habríamos evitado
D. Emilio, pocas veces he estado tan de acuerdo con una opinión como con la que Vd. vierte en este artículo.
Un regalo es un arma de doble filo en determinadas y específicas ocasiones, pues en estos casos tanto el regalador como el regalado piensan cuál es la finalidad del mismo.
Hay un dicho que reza así: el que regala bien vende, si quien lo recibe lo entiende.
Ésto se da en más ocasiones de las que parece. Buen artículo, real como la vida misma.
Que no pase Voecencia mucho calor en sus aposentos. Saludos
¡Ah! a ver si nos vemos esta feria y nos montamos en los carruseles. Invito yo.