Es inevitable que se hable de la gran tragedia que nos ha tocado sentir y vivir la semana pasada, pero cuando me pongo a pensar, también me acuerdo de las otras tragedias humanas diarias, en los incendios, en las carreteras, contra las mujeres, contra los indigentes, los niños en las piscinas… y siento como que puedo estar siendo injusta por no sentir igual unas cosas y otras. ¿O sí?
Todas las tragedias se sienten pero también tiene mucho que ver que unas sean individuales y otras colectivas; en lo individual el alma lo siente de cerca, a solas, en lo colectivo se comparte, ya estamos todos en una misma onda de sentimiento y este efecto multiplicador lo magnifica más, tanto el dolor como la repercusión de ese dolor; en lo individual el duelo se empieza antes, en lo colectivo se hace todos a la vez y se tarda más; en lo individual lo que ha pasado es que tenía que pasar, pero en lo colectivo ya tiene más visos de ser un toque, una advertencia, una equivocación general, un mal fario. En lo individual sabemos que a todos nos llega en nuestro momento porque todos tenemos que pasar por ahí, en lo colectivo no se unifica ese momento común, para unos puede ser, para otros no. Y siempre nos sobrecogen los supervivientes, no sé cómo alguien puede sobreponerse a esa supervivencia. Ese por qué yo sí y otros no, se entiende, y se agradece, en lo individual, no en lo colectivo.
Pero pasamos a la siguiente secuencia en la que ya nos es necesario hablar de lo bien que hemos reaccionado, de lo bien que nos hemos portado, de que somos unos héroes y de que somos lo más de lo más solidarios ¡cómo no! Todas estas actitudes que tenemos, que las tenemos, ya practicadas de todos con todos, nos calman, nos exoneran, nos consuelan, nos redimen. Reconocer esto nos va curando, parece que decimos: “Ha sucedido, pero yo me he portado a la altura de las circunstancias, he hecho lo que debía hacer”. Ese “he hecho lo que debía hacer” ya nos estabiliza. Y a poco recurrimos a hablar de la heroicidad, de la valentía, de la bondad, de todo eso, porque así podemos seguir, así podemos remontar de algo que pensamos que no nos merecimos. No podríamos recuperarnos de otra manera. Y debe ser así.
¿Qué somos: fraternos, solidarios, misericordiosos, buena gente, valientes, héroes, generosos, profesionales, estamos unidos a pesar de…? Es el espíritu de la colectividad, de la unión de la colectividad. Y es en esos momentos cuando surgen las valentías que nos llevan a comportamientos heroicos, una valentía puntual, cierta pero puntual, la valentía siempre es puntual. Una persona no puede ser valiente siempre ni durante toda su vida, ni tampoco se es igual de valiente en una ocasión colectiva como en una individual, una persona que ha dado la cara no siempre sabe si la va a dar de nuevo, ni en qué cosas. La valentía siempre se valora a posteriori. Es verdad que se suelen seguir unas pautas de conducta que la hacen previsible, pero nadie sabe lo que va a hacer hasta que lo hace. Cuando yo he visto los comportamientos de las mujeres y los hombres de Angrois, no he podido dejar de preguntarme qué habría hecho yo en su lugar… Probablemente la colectividad me habría empujado o yo habría empujado a la colectividad, o no, eso nunca se sabe, por eso la valentía es puntual y la solidaridad es programada, por eso hay quien es valiente y quien es solidario, o las dos cosas, o ninguna de ellas. Sólo por nuestros hechos se nos conocerá. Lo digo por si se nos llena la boca de lo buenos que somos, lo profesionales que somos, lo solidarios que somos como pueblo, como país y como mundo. Que sí, pero que no lo somos tanto, el día a día es el que aclarara las dudas y nos pone en nuestro sitio.
Sin embargo yo lo reduciría a que somos gente de impulsos, en estos casos, impulsos surgidos de la bondad natural. Y también a la frase que dice que el amor mueve montañas. De ahí parte todo y hay personas en las que está claro. En otras no.
Funcionamos por impulsos, efectivamente y «to er mundo no ez güeno», claro.
Intreresante reflexión Sra. Rueda.
Cordiales saludos desde el ostracismo.
Cordiales, Ad Contrarium. Si las ostras llevan su perla no está mal… que sea productivo.
Estoy deacuerdo con Ad Contrarium; funcionamos por impulsos. (espero que el ostracismo sea estacional).
Muchas gracias Sr. kevin, yo también.
Dices bien Merche, la valentía es puntual, y se ejerce o no se ejerce, porque nunca sabremos cómo podremos reaccionar. Y si se ejerce, hay que descubrirse ante ello, porque los miedos pueden llegar a paralizarnos.
La solidaridad es algo que se programa, que se vive, que se siente día a día y eso no es un impulso, sino una opción de vida, por mor del compromiso con nuestros hermanos que sufren.
De todas formas chapeau por los vecinos de Angrois, pues ésto ha sido tremendamente fuerte.