Partimos de Linares
y el cielo doblegado
a la noche, difuminaba
un horizonte incierto.
Sólo Venus, formaba
punto de luz
rompiendo la oscuridad;
era curioso, entre su parpadeo
azul, había un VERSO.
Los olivos pasaban
discretos o nosotros
entre ellos, impregnando
olor a campo en la noche.
Desenvuelto el perfume
ese olor dejó entre nosotros,
un aroma especial
por qué no, un olor a VERSO.
Llegamos a casa, abrí al azar
aquel libro que apretaba entre
mis dedos, leí un poema
dejando escapar una lágrima,
una sencilla lágrima en la deriva
de mi emoción.
Entró Lola, preguntó -¿lloras?-
No, es otro VERSO,
de los que va dejando
escondidos Yolanda,
en el tren, en el campo
y en el cielo.
A Yolanda Sáenz de Tejada, con todo mi admiración y cariño
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