Llevábamos mucho tiempo sin vernos y aquella tarde hablamos largamente. Escuché con atención casi una hora su relato, que fue muy triste. Me comentó lo que creyó oportuno, porque es la discreción hecha persona. Me habló de cosas, de acontecimientos hoy insospechados para mí, en los que yo anteriormente tuve alguna relación y de los que hoy soy gracias a Dios soy ajeno, pero que me afectan por la gente que quiero, por los amigos que los sufren que allí me quedan.
Él los ha vivido recientemente. Es una persona grande en el puro sentido de la palabra. Grande físicamente, grande como ser humano. Y él, al que yo en la distancia creo mi amigo, ante alguien que le preguntó por la “Verdad” sobre algo muy duro, le respondió a modo de introducción con un cuento: “Esto era un hombre que buscaba la Verdad, y mira por donde, pasó por una calle en la que se podía leer en el luminoso del escaparate: “Tienda de la Verdad”. Y pasó. Preguntó al dueño si podía venderle la Verdad, y el dueño le dijo: ¿ qué verdad?… ¿ la verdad absoluta; la verdad relativa; la verdad políticamente correcta; la verdad que interesa a los demás, o tu verdad?. Y el hombre contestó… “ la verdad absoluta”. El dueño de la tienda le hizo ver, que una vez conocida la Verdad, no había vuelta atrás, que no podría comportarse como lo había hecho antes. No podría mentir, ni infamar, ni odiar, ni olvidarse de los problemas de los demás en tanto él fuera culpable y aún sin serlo…. Que cambiaría su vida de tal forma que ya no sería la misma persona y que nadie lo reconocería. No sé cómo le pondría el cuerpo, pero lo cierto que el pobre hombre, abatido, dijo al dueño de la Tienda de la Verdad… “déme entonces mi verdad”.
Lógicamente, ese alguien que le pidió de dijese la verdad, se quedó estupefacto.
Mi amigo, que es un filósofo, sin estudiar filosofía, me dijo: ¿que te parece el cuento como introducción a alguien que quiere oír su verdad?. Yo me quedé boquiabierto. Después de este cuento seguimos hablando bastante rato. Luego, en el transcurso de la conversación, llegamos a ser conscientes que a muy pocos les interesa la Verdad. Hacen como los avestruces, meten la cabeza bajo el ala de “su verdad” para que pase pronto aquello que no quieren ver; porque son muchos los intereses puestos en juego. El miedo es innato en el ser humano; yo a veces, también soy miedoso. Pero el peligro, está fundamentalmente, no sólo en este tipo de personas, que miran para otro lado, sino más, en aquellos que con su vileza y con su pobre verdad, machacan a los demás. Conocemos a algunos que hicieron daño a mucha gente, compañeros, amigos, familiares. Y hoy, aquellos que miraron para otro lado, que depositaron su confianza parece que equivocadamente, en aquellos seres deshonestos, mala gente, corruptos sin fronteras, pero con caras angelicales, han probado sus zarpazos, experimentando el mismo daño. Yo creo que estas personas, algunas veces equivocadas, que ahora han sufrido en sus carnes y en sus almas, la garras de la maldad, no tendrán necesidad de buscar en la “Tienda de la Verdad”. Ya en su propia alma, en su propia conciencia, sabrán donde está. Pero deberán estar prestos a tomar la lección para no juzgar y condenar sin haber escuchado antes, sin haber analizado antes, sin haber comparado antes, sin haber buscado la Verdad. El infierno no existe como lugar físico, es un estado de ánimo que se introduce en nuestro propio ser, haciéndonos sufrir lo indecible, pero del que se puede salir con un buen examen de conciencia y una decidida actitud de cambio hacia los demás en la búsqueda de la Verdad.
Claro, si a uno lo dejan.
Precioso artículo-cuento Sr. Parrilla, lástima que la VERDAD no exista, sólo los hechos: El hambre, la injusticia, el abuso…
Un cordial y veraniego saludo.
Juan, tú hablas de la verdad y es como tú dices, hay verdades para todos y verdades para uno mismo y ante cualquiera de ellas sólo hace falta que entre las personas se puedan hablar, no pasa nada, pero confiando. Yo te voy a hablar de la mentira, la mentira es la mayor traición que nos podemos hacer entre nosotros, es de las manifestaciones humanas que más daño hacen. Con la persona mentirosa es mejor no tener tratos, pero ninguno. Y no es cuestión de miedo, es cuestión de maldad.
«con la persona mentirosa es mejor no tener tratos, pero ninguno» totalmente de acuerdo.
«no es cuestión de miedo, es de maldad» yo diría que mas veces es de complejo de inferioridad o de presunción.
Estupenda reflexión. Aunque decimos leer todo tipo de periódicos, siempre acabamos comprando los que van a contarnos las cosas según nos gustan a cada uno.
OK. OÍDO COCINA.
Totalmente de acuerdo, FCS.