Aunque no lo parezca, no le tengo manía a Gallardón, al contrario, antes de qué fuera Ministro, me parecía un buen político, abierto de mente, fiel a sus principios y respetuoso con quienes no pensaban como él.
Cuando se prestó “para lo que fuera en el Gobierno” ante un Rajoy que luego perdería las elecciones, en contra de su feroz enemiga Esperanza Aguirre, hace ya unos años y creyendo que entonces ganaría las generales el PP, cierta desconfianza me asaltó. Después, amigos y familiares que viven en Madrid, tanto de izquierdas como de derechas, me lo dijeron, “Gallardón es un mal político y peor gestor”. Pese a ese acuerdo tácito entre personas de una tendencia y de otra, y a ciertas evidencias, me negaba a creer tales afirmaciones, seguía confiando en que podría, con los años, llegar a ser incluso un buen Presidente del Gobierno.
Pero, después de la Ley del Aborto, que nos deja como país democrático por debajo de algunos como El Salvador, de la pérdida de gratuidad de muchos servicios judiciales, la perla más preciada del Ministro es la llamada popularmente Propuesta Mordaza, afortunadamente aún no Ley, que no es otra cosa que una censura encubierta para que periodistas y cronistas no puedan hablar de lo que ocurre en los juzgados y en los juicios, incumpliendo así el artículo 20 de la Constitución, que dice de la libertad de expresión y que en su apartado 2 nos cuenta: El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa.
Con ello, se quiere imponer la justicia en secreto, con el peligro que conlleva. La excusa es evitar los juicios paralelos, olvidando que, cuánto menos información existe sobre algo, más se especula y se opina sin conocimiento acerca de sus orígenes y consecuencias. Además, no podemos olvidar que, en nuestra joven democracia, muchas de las grandes causas de los juzgados han sido posibles a partir de denuncias periodísticas, desde los casos Roldán o Gal en épocas pretéritas hasta los Gurtel o ERES fraudulentos en las actuales, por citar ejemplos populares.
Muchos periodistas son los que han tirado de la manta y a ellos les debemos agradecer los ciudadanos y la justicia, a pesar de los políticos, que la credibilidad de jueces y fiscales no esté en España al nivel de Guinea o de Corea del Norte, por poner ejemplos radicales.
La ley vigente posibilita sancionar al periodista que vulnera los códigos, ¿para qué mordazas a la información? Sin una prensa libre no hay democracia que valga. ¿Por qué no una ley que juzgue severamente a quienes difaman sin pruebas en lugar de impedir que se muestren pruebas de un delito?
En otro orden de cosas, con respecto a las leyes de Gallardón, la Asociación Europea de Jueces considera que la pretendida reforma del Ministro pondría en peligro la independencia del Poder Judicial; por ejemplo le parece muy grave que el fiscal pueda ser el responsable de una investigación penal, en lugar de un juez instructor, como hasta ahora, sabiendo que el Ministerio Público, es decir, ese fiscal, depende orgánicamente del Gobierno de turno.
La Ley Mordaza, así como gran parte de la reforma judicial de Gallardón, por fortuna aún no ha sido aprobada al completo. Algunos dirán que por qué entonces sacarla a relucir si su procedimiento se ha detenido, la respuesta es bien sencilla: Si esperamos a que se apruebe, a que ocurra, habremos perdido un porcentaje de democracia muy elevado y valioso y, cualquier otro gobierno que venga después puede caer en la tentación de no cambiarla, por lo golosa que es para el poder la censura legalizada. Así, si se empieza a denunciar antes de que se apruebe, a lo mejor la presión ciudadana consigue evitar que se lleve a término, salvo que los ciudadanos deseen una Ley Mordaza, claro.
El sumario, por norma, siempre es secreto, según establece el artículo 301 de nuestra ley procesal penal. A él sólo pueden tener acceso el ministerio fiscal y las partes debidamente personadas, por lo que a lo que se refieren los medios de comunicación cuando hablan de que un juez de instrucción ha establecido el secreto del sumario en una investigación es que ha decretado, mediante auto judicial, una medida excepcional por la que se impide que las partes personadas puedan tener acceso al procedimiento durante un periodo de treinta días, prorrogables, según establece el artículo 302 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.
No cumplir esta norma representa violar el derecho a la intimidad del acusado y sobre todo de la víctima y su familia, que mediante la difusión del contenido del sumario se ven sometidos a un incremento injustificado del daño sufrido
No sé si la ley mordaza será excesiva, pero hay que encontrar un equilbrio entre ambos derechos.
Lejos de entender de leyes, veo en parte, razonable lo que aduce Pablo.
Sr. Ad Contrarium, un artículo de información- reflexión bastante bueno, que a los que somos legos en la materia, puede ayudarnos a establecer unos criterios propios ajustados a la razón y al discernimiento.
Yo, como muchos, estaba equivocado con Gallardón pues se le nota soberbia, envidia, afán de notoriedad y sobre todo frustración por no haber conseguido cotas políticas que ambicionaba hace tiempo.
Y para muestra un botón, pues su propio padre al ser acusado de ser muy de derechas dijo, que para derecha, los pensamientos de su hijo, que ya nos enteraríamos. y ya lo estamos viendo. Saludos