La amistad también necesita de pésames y parabienes, es algo que olvidamos continuamente cuando a una amiga o un amigo le pasa algo, sea bueno o malo. Las amigas y amigos cuando pasa algo, están ahí, son una parte esencial de la vida, incluso la más perdurable, pero para los demás parece como que no, parece que tuvieran que quedar relegados a contemplarlo todo entre bambalinas, dejando el protagonismo a otros y escondiendo su emoción tras el recuerdo o la mirada cómplice, mientras el foco se dirige a quienes les lloran o les tiran arroz.

Teníamos que demostrar más sensibilidad para con los verdaderos amigos, hay que ser, en los encuentros sociales, en los íntimos no se necesita, más atentos con ellos, porque son los y las que suelen estar aparte, nadie les dice que se pongan con los dolientes o con los celebrantes, van como desubicados, se pueden reconocer rápido con sólo observar, en medio de la gente, quien se oculta tras unas gafas oscuras, quien se coloca al final de todo, a quien le baila la sonrisa o quien se enjuaga rápidamente una lágrima. Esos son los amigos de verdad, ellos y ellas son quienes van a sentir un vacío diferente hecho de recuerdos personales y quienes se refugian en una vivencia que es única, mutua y privada, algo que sólo se conoce en ese sentimiento y compenetración que no solemos tener con todo el mundo.

He llegado a pensar que lo que verdaderamente interrumpe una amistad, dicho de una forma coloquial y refiriéndome a una muerte o a una boda, es nuestra cultura social de la familia. En esos dos extremos es donde se hace más patente ese vacío en el estómago tanto de tristeza como de alegría. En un entierro o en una boda de un amigo o amiga, la familia es lo que importa, a quien se felicita o se lamenta, a quien se acompaña, a quien se le da un abrazo con destino e intencionalidad, a quien se visita después, a quien se lleva el regalo y con quien se cumple. Los amigos dan el pésame o felicitan a la familia como desde fuera y no pensamos a veces que necesitan también que les consuelen o les feliciten. Ahí está la sensibilidad y la comprensión de lo que es una verdadera amistad. Ahí está la generosidad compartida que predomina por encima del dolor o la felicidad. Pero ninguno de estos sentimientos es generoso, el dolor es mío, la alegría es mía. Y un amigo – o amiga- oye: Y a ti te encontré en la calle.

Los amigos y amigas tienen derecho a dolerse o alegrarse, aunque no sean de la familia ni “como de la familia” y es una pena que tengan que buscar a otro amigo, o amiga, con quien consolarse o alegrarse de forma mutua y así poder descargar el interior repleto se sentimientos. Se hacen compañía, alegrándose o entristeciéndose para ellos – o ellas- mismas. Nadie más les hace un caso “especial”.

Así que mi reflexión de hoy va a que tratemos de personalizar a los amigos en las relaciones sociales y digamos con esa cierta sensibilidad: lo siento si tú lo sientes y me alegro si tú te alegras. Tú eres – eras – importante también. Y aunque te digas que ese “también” hubiera sobrado, te consuela en esa orfandad a palo seco que sólo se calma cuando se puede dar rienda suelta al sentimiento mientras se escucha aquella canción de Roberto Carlos y Ana Belén que acaba diciendo: Estoy aquí.

Friends - Foto: Julie Campbell

Friends – Foto: Julie Campbell