Me lo decía días atrás tomando un vino, Sebastián Pedregosa, “el mundo necesita un gran y único corazón”.
Para que funcionemos al unísono en una melodía y armonía en una esfera de casi siete mil millones de almas… ¿Es tan difícil?
Sebastián, es el párroco de Sta. María, que dicho sea de paso, ha introducido un soplo de aire fresco en esta parroquia, que tanta falta le hacía. Él da las llaves a los seglares de la comunidad parroquial y les dice que esa es su iglesia, y ellos hacen y organizan dando vida a la Parroquia. Y la verdad es que hacen mucha falta sacerdotes así, sacerdotes que demuestran estar al total servicio a la comunidad cristiana, como también lo está Alberto Jaime, de San Francisco y el nuevo párroco de la Santa Cruz, así como Francisco Javier, párroco de San Agustín.
Pero no me quiero alejar del propósito de este artículo, que de alguna manera enlaza con el de la semana pasada y tomo prestada la frase de Sebastián Pedregosa… “el mundo necesita un gran y único corazón”.
Es que claro, hemos de saber mirar y penetrar en el corazón del otro, de la otra, olvidando el lastre del egoísmo.
No quisiera en modo alguno causar a nadie la sensación por mi parte, de rechazo a la religión en mi artículo anterior, pues como digo algunas veces, tan sólo soy aprendiz de cristiano, que ya es difícil. Quizá sea una utopía….pero yo creo que la utopía está para caminar hacia ella en la plena realización personal, que no es posible sin un compromiso social, compromiso hacia el hermano que más sufre.
Y es que es muy puñetero perdonar cuando te machacan con saña. Y todos tenemos experiencias de este tipo. Por eso yo, cuando en el Padrenuestro se dice: “perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden…” digo: perdóname mis ofensas, en tanto yo sea capaz de perdonar a quienes me ofenden. Tan sencillo como esto.
A lo que me refiero en mi artículo anterior, es que la Fe es el encuentro para muchas personas el resultado de una búsqueda. Unos pueden encontrarla, otros no; y no pasa nada. Por ello los primeros, no tienen como personas, un valor añadido respecto de los segundos, pues son muchos los caminos que nos conducen a la plena realización personal, con creencia religiosa o sin ella.
Yo a la persona atea o agnóstica la respeto, es más, pienso que puedo aprender mucho de ella, como de cualquier otra, pues considero que unas creencias personales, no tienen porqué separarnos o dividirnos. Y en honor a la verdad, he de decir también, que a las personas integristas, me cuesta mucho entenderlas y conectar con ellas, por mucho que ponga de mi parte. Quizá sea porque necesitan de alguien que continuamente las dirijan, acaso porque siendo maduros, no hayan llegado a conseguir la libertad personal de ser “adultos” en sus creencias. La Fe es una cosa que se encuentra o no se encuentra…así de simple. Y es desde esa experiencia personal es desde donde podemos lanzarnos hacia el mundo. Es posible que muchos estemos acostumbrados a que otros piensen por nosotros, y eso nos impide avanzar.
Pero la Fe no es una cuestión religiosa exclusivamente, pues desde esta Fe, desde este encuentro con uno mismo y con la plenitud de la vida, se puede optar por otras vías no necesariamente religiosas. Sólo desde nuestra introspección, desde nuestra soledad con uno mismo, podremos llegar a un estadio de la vida en que no necesitemos continuamente un “conductor”, porque sólo nuestra conciencia podrá serlo.
Ahora, entro en el meollo de la cuestión, en lo más árido y opinable. Yo como cristiano de formación católica, veo absolutamente innecesario, además de contraproducente, impartir la asignatura de religión, cualquier religión, en las escuelas, máxime si se evalúa y su nota cuenta en el currículo académico. Pero qué barbaridad… ¿quién puede examinar a nadie en la Fe y en el Amor? Sólo cuando llegue el momento, seremos examinados en el Amor y ese examen nos lo hará nuestra conciencia. Solía decir un cura en nuestras clases de religión: “los malos se condenarán y los buenos también…si se descuidan” Resulta hilarante ¿no?
Creo que la religión se debe conocer en las parroquias, en las comunidades parroquiales y en las casas, si la familia es creyente. Porque bajo mi punto de vista, el “adoctrinamiento” no deja lugar a la libertad individual de pensar y cuestionar. Sin embargo como complemento cultural sí debería darse “Historia de las religiones” dentro de la asignatura de Historia General, o bien en Ética o Filosofía.
Cuando los niños se hacen adultos y llegan al conocimiento de su “yo”, son plenamente conscientes de que “existen” con independencia de cualquier factor o condicionamiento y que como seres humanos tenemos plena capacidad para abrazar o no cualquier tipo de idea.
La palabra doctrina “adoctrinamiento” no me gusta, porque hay en el mundo muchas gentes atadas y taradas a causa de la “doctrina”. Y cuando digo esto, no me refiero exclusivamente al tema religioso, sino también a las ideologías políticas.
Nosotros en casa, mi esposa Áurea y yo hemos intentado, y seguimos intentando en nuestro día a día quizá con más errores que aciertos, seguro, ser un espejo, un referente para nuestros hijos. Tenemos la inmensa suerte de tener unos hijos (nuestros cuatro hijos, en los que por supuesto está incluido nuestro hijo Buley) que no nos merecemos.
Y hoy nosotros, sus padres, nos miramos en ellos, en su humanidad, en su tolerancia, en su solidaridad. Qué duda cabe que hemos tenido, días desabridos, con nubarrones, como en cualquier casa….pero la tormenta sólo ha durado en la mayoría de las ocasiones tan sólo cinco minutos. Y nos sentimos orgullosos de ellos, de su humanidad, de su amor a los demás, de su solidaridad de su tolerancia y respeto. Insisto, nosotros sus padres, somos los auténticos afortunados porque ahora somos nosotros quienes aprendemos de ellos.
Nuestros tres hijos biológicos han hecho la comunión sin pompas ni boatos, con una ropa normal, y cuando ellos han querido. Hoy no creen para nada en la Iglesia Católica como Institución. Y con respecto a Buley …¡qué decir de él!…. Sencillamente, que es la luz que ilumina nuestras vidas, porque es un joven tierno y transparente.
Hemos tenido intensos diálogos respecto al resto de las religiones, comprobando que no difieren tanto de la nuestra, que se puede aprender mucho de ellas, pasando desde el panteísmo al gnosticismo (no confundir con el agnosticismo que significa “no creencia”)
Estos diálogos tan íntimos han de vivirse en el hogar, no se pueden enseñar en las escuelas y no se confundan, somos católicos. Pero es que todavía no hemos salido del crudo invierno del nacional catolicismo. “España, reserva espiritual de occidente”… Pero qué barbaridad.
Francia, por poner un ejemplo, no permite que pasen las religiones a las escuelas.
En los evangelios, Jesús propone, no impone. Y es que necesitamos un gran y único corazón que nos proponga, no que nos imponga.
Acabo de leer su escrito y solo se me ocurre, que pone Ud., la cota muy alta a los padres de hoy en día, ya reflesionare y le hare un comentario más amplio.
De acuerdo contigo, Juan, de que la religión debe enseñarse en las comunidades parroquiales y en las casas, totalmente. Creo que la Iglesia católica, a pesar de ser la mía, le tiene miedo a la cantidad y se olvida de la calidad y encima hay gente que se mete en lo que no le llaman. No se puede legislar ni obligar en este aspecto. Todo según la libertad y no «aquí te pillo aquí te mato». Si las comunidades parroquiales hicieran lo que dices que hace Sebastián y los demás que nombras, que por cierto el párroco de la santa Cruz se llama Manuel, sería lo que hay que hacer. Y a espabilarse.
Desde que nacieron, nunca me pareció bien inculcar a mis hij@s que había un dios que los veía en todas partes y un demonio que lo mismo y que los estaría esperando en la muerte (e incluso en la vida) si no hacían lo que ese dios dijera en la boca de los seres humanos que los dirigirían, y que al morirse vivirían eternamente o bien en el paraíso o quemándose entre llamas. Me parecía de una mala uva educar de ese modo… Hay cuentos mucho mejores que ese y además inofensivos e instructivos. Las religiones fuera de las aulas públicas, cada cual es libre pero en su casa de educar a los menores con el cuento espiritual que más le complazca.
A mi tampoco me gusta el adoctrinamiento pero si la trasmisión de unos valores, d los que se habla mucho hoy en día, pero de los que estamos tan faltos, y estos, por desgracia no se inculcan en la familia. Si a un niño no le enseñas acomer o a leer, por decir algo, nunca lo aprenderá solo; si no se le enseña que hay un Dios que lo ama nunca llegará a conocerlo, y repito no es adoctrinamiento, es tratar de inculcar unos valores que les dará sentido a sus vidas. Esta mujer progresista desconoce lo que se enseña en religión en la escuela, por delante de meter miedo con el infierno con ningún cuento, se enseña a amar a un Dios que la sociedad tiene olvidado y así nos va. La religión no consiste en ningún «cuento espiritual»