Danzando con la brisa y las olas,

un baile de esperanza y óbito;

en la otra orilla, para algunos

la vida, para otros sueños hundidos,

para muchos, la muerte enfurecida.

Apretados unos contra otros,

personas, almas, miradas…

todas comprimidas entre si.

Manos temblorosas sujetando

al pequeño de ojos azabache,

la oscuridad de su piel

origen de su pasado, vestido

del presente, color de su futuro.

Familias desgajadas por las mareas

del horizonte incierto. Hombres,

niños, mujeres embarazadas,

empujadas por las olas de la ilusión,

con la incertidumbre de la agonía

de tantos naufragios.

En nombre de Alá, de Dios, enlazan

sus manos para cruzar los mares,

en nombre del hombre atraviesan

fronteras de sus ciegos y sordos vecinos.

Son personas que mueren cada día

buscando tener nuestro mismo camino,

su pecado haber nacido en la orilla

contraria del mundo “desarrollado”,

el nuestro, mirar a otro lado, pasar

la historia de portada, a página de interior.

Pero mañana saldrán en otra barca,

otra patera, otro cayuco, mañana

saltarán otra reja que los separa

del mundo egoísta en el que estamos.

Mañana comenzará de nuevo otro desafío,

¿mañana? No, ya está pasando.

En la otra orilla

En la otra orilla