Ya ha pasado otra semana y comienza el mes de mayo, las cruces, puede que las buenas temperaturas y nosotros seguimos con los mismos temas, déficit público, prima de riesgo, devaluación interna (bajada de sueldo y de derechos), corrupción y esto empieza a ser bastante cansino.

Así que me voy a centrar en el ámbito político, porque éste, más por omisión que por acción, es el que nos ha llevado a esta situación económica.

Nos guste o no formamos parte de la Unión Europea, lo que condiciona nuestra vida desde hace muchos años, justamente desde 1986, sin embargo, está siendo ahora cuando nos estamos dando cuenta de hasta que punto influye en nuestro día a día eso que llaman UE.

En anteriores ocasiones les he contado algunas cosas de esta organización, hoy quiero poner de relieve sus déficits democráticos que, por otro lado, son la consecuencia de la falta de miras de los políticos de los países europeos en las últimas décadas. Me explico, en general, resulta difícil de digerir en los estados que se tiene que ceder soberanía a una organización internacional, por eso los políticos nacionales han jugado desde casi el inicio al “te doy pero no te doy”.

Las consecuencias de este jueguecito las estamos sufriendo día a día. Las decisiones que se toman en Bruselas, siguiendo las directrices de los Jefes de Estado y de Gobierno, las toman los ministros nacionales en las reuniones del Consejo. Aunque, en realidad no hay un Consejo sino tantos como materias a tratar, esto es, se reúnen por temáticas, de ahí que escuchemos en las noticias hablar del Ecofin, o del Consejo de Asuntos Exteriores, o sea que son los ministros de asuntos exteriores los que están reunidos. Luego, en algunas materias, el Parlamento Europeo tiene la potestad de aceptar o no estas decisiones o modificarlas.

¿Dónde está el déficit democrático? Por poner algunos ejemplos, el Parlamento Europeo no funciona realmente como un Parlamento, pues en la mayoría de las ocasiones es más bien un órganos consultivo y ese es el único órgano que votamos los ciudadanos. En cuanto al Consejo, aunque en España, votamos al Presidente del Gobierno, no tenemos ni voz ni voto sobre los miembros de su equipo, los señores y señoras ministros. Así que, en realidad, las personas que están decidiendo en el Consejo representando a España no han sido votadas por los ciudadanos. Y aún peor, hay ministros como la Sra. Mato que ni tan siquiera ha asistido, desde que fue nombrada ministra, a ninguno de los ocho Consejos que se han reunido, por lo que los asuntos que se han decidido en ellos no han contado con la presencia de nuestra ministra, aunque sus decisiones nos estén afectando a los ciudadanos españoles igual que a los alemanes.

¿Se imaginan a un ministro o ministra que no acudiese ningún viernes al consejo de ministros del gobierno de España?, pues exactamente esto es lo que está haciendo la Sra. Mato a nivel europeo, según la respuesta que se ha dado en el congreso de los diputados a una pregunta parlamentaria.

Ante este panorama me pregunto si hay que dejar de pertenecer a este exclusivo club o, si por el contrario, tendríamos que hacer que los que nos representa, de una vez por todas, tomen la decisión de ir a un estado europeo federal. Dejándonos de chapuzas como las de la Constitución o de la moneda única, en la que se ha desdotado a los países miembros de herramientas monetarias y fiscales fundamentales para luchar contra las crisis. Y no han tenido los jefes de estado y de gobierno el coraje necesario para continuar el camino de la unión monetaria completándola con una política fiscal y financiera común.