No seré mañana voz que usurpe
el silencio, ni dolor entre mis dedos;
podredumbre de mis huesos.

Dejaré de ser víctima de tus miradas,
cicatrices de tus deseos.
Seré poemas rotos y algún que otro
vago recuerdo.

No seré tristeza en la alameda
arrastrando pasos de hojarascas
secas, ni remordimientos tras la mentira
por absorber verdades de amarga espina.

No seré bostezo en la mañana,
ni sonrisa clara en tu presencia,
seré colores entre tus lágrimas,
uñas mordidas en horas mansas.

Mañana llenará mi silencio
con velo gris junto a mi cama,
aquella señora prudente,
que llora y llora
por aferrarse a su guadaña.

Mañana

Mañana