Francisco Mañas Mármol vuelve a la carga con sus historias y leyendas sobre Linares y sus minas. Este próximo jueves, 7 de febrero, se presenta en el nuevo Auditorio de El Pósito su última obra: «Historias y leyendas de una ciudad que comenzaba a despertar», que cuenta con prólogo del artista linarense «Raphael». En la presentación, además del propio autor –colaborador de Linares28.es-, estará presentes el alcalde de Linares, Juan Fernández; y se recitarán cuatro de esas historias.

«Historias y Leyendas de una ciudad que comenzaba a despertar», es un libro bello en las formas y duro, sereno y sencillo en el fondo. Con sus sesenta y tres capítulos, Paco Mañas, nos quiere sumergir en pequeñas historias, vividas y transmitidas de generación en generación  de una manera oral y sencilla por las personas que trabajan, sufren, luchan, ríen, lloran y sueñan; con sus mitos y sus leyendas, que forjan un espíritu de unidad y pertenencia, coma pueblo fundido en el amor, el respeto y la lealtad a su madre Tierra, que le ha permitido vivir durante miles de años.

Con este libro el autor pretende sumergir al lector, en un acto íntimo y reflexivo, no en un mundo de historias de vencedores o vencidos. ¡No!, más bien, en el devenir de un pueblo marcado por la riqueza de las entrañas de la tierra y el arranque de las mismas. Un mundo lleno de hechos, de acontecimientos, de vidas anónimas.

Como el autor dice «solo he pretendido contarte historias y leyendas para que tu conciencia reaccione, tu mente razone y tu corazón se emocione».

Os dejamos, por gentileza del autor, con una de esas historias.

 

Qué hacías aquí viejo navegante

¿Por quién doblan las campanas, viejo navegante de Illinois? Por un maqui soñador de unos sueños luchados, tardíos y vencidos, en una existencia sin rumbo, en el frío monte vivida y en una esperanza que añoras, que como el mercurio pesado, brillante y huidizo se cae de tus manos. Por un torero, que encontró, la guadaña segadora de éxitos, hombría y valentía, en forma de afilado y seco pitón asesino, en una tórrida tarde, cuando todos emocionados aplaudían. O, por un minero sucio, ensangrentado y polvoriento, tras el derrumbe de una oscura galería de granítica piedra y grisáceo y frío plomo, por la intrepidez de su estirpe, para arrancar sin temor, los frutos prohibidos a la que nunca duerme.

Sereno y canoso, viejo marinero, encontraste tú gran pez, en travesías de mares esmeraldas, inquietos, azarosos, tormentosos, oscuros y salados de lágrimas de siglos, tras gritar en los silencios. Sereno y canoso, cuando nadie te escuchaba, mudo gritaste, adiós a la armas. Sereno y canoso, viejo columnista, de páginas y páginas, por amor a los que sufren. Sereno y canoso que dijiste al torero osado y valiente, entre susurros y palmas lejanas: “Si miedo da la espada y el capote de gloria y sangre, más miedo da el abismo, cuando se baja a él, solo y perdido, para encontrar, en un laberinto al que Teseo no osó descender, piedras de duro arranque que alegren las riquezas de extraños”.

Sereno y canoso, viejo transeúnte, ganador del Premio Pulitzer, ganador del Premio Nobel, ¿qué haces en mi tierra? No son tierras levantinas, no son tierras pamplonicas, no son tierras africanas. Son tierras de polvo, de humo mortecino, de gracia y salero, que en tu Fiesta enmarcaste, de lamentos y dinero, y a quien por generaciones venideras, mostraste.
Sereno y canoso, ¿quién te dijo donde estábamos?, ¿qué astrolabio intranquilo te llevó en tu barca a tierra de pura roca?, ¿por qué miras al infinito?, ¿por qué sonríes enigmático? Acaso te da miedo, prudente escritor, una seca tarde de espejos con toros ensangrentados o la lucha incansable y milenaria del minero soñador.

Sereno y canoso, viejo maestro, cronista de quién, por maldición del destino, nunca gana y siempre pierde, del “Tener o no Tener”, del que sufre y ríe con arrojo, porque su vida, en la miseria, vale la pena vivirla.

Sereno y canoso, en mi patria te hallas. En un crepúsculo tranquilo y nervioso. Te esperan, como agua de mayo, con vino, fiambres y sandía; con voces y gritos toreros; con silencios y gestos de miedo, de tradición de siglos mostrada, a aquellos que vienen serenos, con las manos y el alma levantada.

Sereno y canoso, !qué hubiera dado por verte!, !qué hubiera dado por hablarte!, para que me contarás, ¿cómo son las praderas africanas?,¿ cómo son las noches de guerra?, ¿cómo fueron las armas olvidadas?, ¿como tu viejo arrancó al mar su bestial fruto?. Como el mío a la tierra, extrajo el suyo. Cuéntame, sabia y pausadamente, ¿por quién de verdad, doblaron las campanas?, para así, decirle a los míos, que no fue por un maqui, aunque, sí; que no fue por un torero, pero lo pudo ser. Que fue, simplemente, y por eso viniste, por “un minero”.

Ernest Hemingway y el torero Antonio Ordóñez

Ernest Hemingway y el torero Antonio Ordóñez

Coso de Santa Margarita: Foto: Jordi Casasempere

Coso de Santa Margarita: Foto: Jordi Casasempere