Quiero aprovechar esta semana el espacio que me ofrece este medio para reivindicar la libertad que disfrutamos en este país a finales de los setenta y sobre todo los ochenta. Yo no me acuerdo de todo, aunque hay cosas que siguen muy vívidas en mi recuerdo. La música es una de ellas, las imágenes también. En este complicado momento en que el que nos encontramos una gran mayoría, analizamos, buscamos motivos, soluciones, razones, esperanzas … y a mi me vienen a la mente recuerdos de mi infancia, aunque la verdad es que las diferencias apabullan.

A principios de los ochenta en mi casa la televisión era en blanco y negro, pero llegó el color y las cosas cambiaron, mejoraron. En esos años creciendo, creciendo, jugábamos en la calle, una legión de niños y de niñas, mi generación fue la del “baby boom”, así que siempre había amigos y amigas con los que quedar y jugar en la calle. Durante la semana, después del cole, si el tiempo era bueno nos comíamos la merienda en la calle jugando con los otros niños y los fines de semana, antes de la comida y antes de la cena. Jugábamos con la comba, la pelota, a correr, a policías y ladrones, con las canicas, … Jugábamos con otros niños y nos lo pasábamos genial, eran otros tiempos y aunque la vida pasaba por nosotros a otro ritmo los cambios que se estaban produciendo también nos influyeron.

Los sábados por la mañana algo cambió, uno de ellos comenzó un programa, “La bola de cristal” y algo que yo intuía se convirtió en certeza, la televisión me enseñaba cosas interesantes. Y los sábados por la mañana comenzamos a quedar para jugar en la placeta al finalizar la bola de cristal. Ese programa me enseñó cosas como que “solo no puedes, con amigos si”, que si no eres capaz de usar la imaginación es el momento de apagar la televisión y dedicarte a usar tu cabeza. Me enseñó a no tener miedo a las diferencias ni a los diferentes, a escuchar y a pensar. En ese espacio que ya no recuerdo cuanto duraba, aprendí canciones, me reía con humoristas como Faemino y Cansado, Pedro Reyes, … Era un programa para niños, pero no era un programa infantil al uso. Era un lugar en el que se presuponía que teníamos opiniones y que podíamos entender el humor inteligente aunque fuésemos niños. No es que tenga nada en contra de Parchís, o de Enrique y Ana y los grupos infantiles que había por aquella época, de hecho me gustaban las canciones y hasta me las sabía, pero en La Bola de Cristal se dio libertad a los guionistas y crearon un magnífico producto para formar PERSONAS, CIUDADANOS.

Hoy cuando veo la televisión con mi hija ya no hay dos canales, hay, creo que va por doce o catorce y en ninguno encuentro nada ni siquiera aproximado a aquel programa del que tanto aprendí y no puedo evitar preguntarme si hoy en Televisión Española, la televisión que pago con mis impuestos existe la libertad suficiente y la amplitud de miras necesarias como para aceptar un proyecto del tipo La Bola de Cristal para niños. Puede que si no se hubiesen desprogramado este tipo de programas hoy en vez de estar anestesiados, quizás recuperaríamos el espíritu de la transición, ese momento de libertad y compromiso que tanto necesitamos hoy.