Esta es una frase que escuché a alguien que analizaba el tiempo en el que vivimos ahora. Decía que los españoles/as caminamos por las calles, compramos lo que podemos, incluso tomamos alguna caña, pero los temas de conversación empiezan y terminan siempre por la angustia y la preocupación de tantas familias, porque nadie está libre de nada. Y no creo que sea consecuencia del invierno aunque sea una estación propensa a la falta de vida. En el invierno los días son más cortos y las noches más largas y más frías (para fortuna de los enamorados), todo se ralentiza, la circulación de la sangre no llega a los extremos más extremos, la gente se mete más en sí misma, más bien se arrebuja dentro del abrigo y a esperar que escampe. No hay ilusión de vivir o no se vive con ilusión. Reír es un lujo que hoy por hoy también escasea.

Estamos secuestrados en una niebla oscura, como Perséfone hasta que le toque volver con Deméter y resurja a la vida. Hay que ver los griegos lo bien que se lo montaban para darle explicación a todo y sin indignarse ni nada. Me encanta la mitología y no me voy a resistir a contaros esa historia que sin duda os suena, pero me apetece. Hades, dios del Averno se enamoró de Perséfone y sin preguntarle ni nada, ¡para qué iba a preguntar!, la raptó y se la llevó al inframundo que habitaba. Como en todo buen secuestro le hizo comer semillas de granada, no la que ahora subyace bajo toneladas de basura, para que ya nunca tuviera necesidad de salir. Hades precisamente por ser tenebroso, prefería, como tantos, vencer a convencer, no ser realista con su sino. Zeus que había estado conchabado con él para darle gusto, ¡hombres al fin!, tuvo que escuchar los lamentos de Deméter, diosa de la tierra, condenada a buscar a su hija, acompañada de Hécate, la diosa menor de las encrucijadas. Pero no os creáis que a Zeus se le ablandó el corazón, no, no la escuchó porque se compadeciera de ella sino porque los campos estaban desolados, las plantas se secaban y la diosa entristecida ni caso que le hacía a la belleza natural en la que reinaba el gran dios. Y eso no se podía consentir, faltaba más. El caso es que se llegó al acuerdo de que Perséfone pasara una mitad del año con Hades y la otra mitad con su madre. Claro, Deméter feliz, provocó la primavera y el verano y Perséfone se convirtió en la primera afortunada con una segunda vivienda en la playa o en el campo. Yo aún me sigo preguntando qué pensaría, qué habría decidido ella. Pues nada, que ni le preguntaron, siguió oprimida entre los dos amores paradigmáticos, aunque menos mal que se enamoró nada menos que de Adonis, otro diosecillo delimitado entre el averno y la tierra, enfrentándose, nada menos también que a Afrodita y consiguiendo que él pasara con ella ese tiempo en el que nosotros penamos por la tristeza de Deméter. Al final no salió tan mal parada Perséfone, disfrutó en los dos sitios y es que las mujeres sabemos buscar esos intersticios. Y casi nadie se enteró de nada. Zeus por lo menos.
Pues eso, que no hay ilusión de vivir y no es consecuencia de la estación del año. ¡Madre mía cómo están las cosas…! La situación económica desesperante para muchos, casi todos, la sanidad recortada, la corrupción generalizada… y Cataluña llevándose la palma. Y no lo digo yo. Y de verdad que me encantaría no hablar de esa comunidad, incluso olvidarme de ella, pero allí los casos de corrupción tienen un sesgo un poco más allá del económico. Se le ha consentido mucho, se ha aceptado el chantaje del ”bueno” de Unió para hacer pactos nacionales creyendo que era solidaridad cuando era traición, se ha metido miedo con la secesión, se le ha permitido gastar y gastar, endeudarnos a todos y encima llevárselo por la cara. Creo que es el momento de plantarle cara a ese miedo, de no caer en ese órdago ya tan burdo. Todo es cuestión de asumirlo y abrir la puerta, a ver cómo va, que tal vez sea catalogada en Europa por morosa, prepotente e insolidaria. Que haga su referéndum y nos aclaremos de una vez, porque yo de verdad que no hago responsable al pueblo catalán, al que aprecio en lo que coincidimos y al que considero víctima de esta élite fanfarrona y creída.
En fin, que de alguna manera tiene que acabar toda esta hipocresía. Fuera caretas y desmontemos lo corrupto para empezar de nuevo. Pero así y todo, son mazazos a nuestra ilusión por vivir porque incluso reconociendo nuestra precariedad personal es que fuera tampoco hay nada a lo que agarrarse. Vamos a tener que hacer lo que Perséfone, buscarnos un buen Adonis con el que pasar el tiempo de penuria. O una buena Afrodita a la que calmar en la ausencia del guapo. Así se compensa. ¡Ay, divinidades, qué bien os lo montasteis!

Felicidad - Foto: s.o.f.t. (Licencia Creativce Commons)

Felicidad – Foto: s.o.f.t. (Licencia Creativce Commons)