Este diluvio, no será como los diluvios que hemos conocido hasta ahora, pero algo nuevo ocurrirá, no sé, lo intuyo, porque aunque en estos días hayamos entrado en el lapsus de la Navidad, cuando pase, nos encontraremos de nuevo con la dura realidad y será el momento de luchar, con valor, arrojo, valentía, con seriedad, con dignidad, solidariamente, (aunque haya tanto cainita) con prudencia y respeto y con ese saber hacer que el pueblo español sabe sacar a la palestra cuando es necesario y que ahora está tardando en sacarlo quizá hundido y asqueado de tanta venalidad, de tanta desvergüenza, inmoralidad, de tanta corrupción.

Luchamos por esa dignidad que intentan robarnos, porque nos lo quieren robar todo y es mucho lo que nos jugamos frente al monstruo que nos devora. Y porque la única ideología hoy por hoy, es la de buscar alimento en unas casas a las que les falta comida, de buscar un techo que cobije a las personas que lo necesitan porque lo primero es comer y subsistir. De acabar con tantas afrentas y asesinatos de niños y jóvenes inocentes. Aquí y ahora, no caben derechas ni izquierdas. Ya en este país, no sabemos lo que somos, pero sí lo que queremos, porque los paradigmas políticos que nos han presentado se han ido al garete (yo creo que gracias a Dios) aunque algunos intentan perpetuarlos.

De las personas que votaron a Rajoy con alguna esperanza en el cambio frente al anodino y pusilánime Zapatero… ¿Cuántas se habrán arrepentido de votarle por su traición a la palabra dada en tiempo electoral? Porque un hombre vale lo que vale su palabra y Rajoy ha faltado a ella gravemente por activa y por pasiva.

No sé si nos vamos a dar cuenta, de que el enemigo es el gran capital, y quienes le bailan el agua, aunque aquí a veces da lo mismo que sea PP que PSOE, porque ambos al menos para mí son iguales a tenor de su comportamiento político, a tenor de su favoritismo hacia el gran capital en detrimento del pueblo. Este gran capital, feroz lobo que quiere devorar la dignidad, la esperanza y la ilusión de todos nosotros, de la gente humilde. Yo al menos hace tiempo, pero mucho tiempo que me di cuenta de ello, hasta el punto de que hoy me sobran las ideologías. Y es que el capital se ha convertido en lobo para el hombre. Y qué mejor para ilustrar la situación de este pueblo que esta pequeña fábula, que el fabulista Tony de Mello jesuita a la sazón, nos regaló:

-Un niño negro, observaba en un parque cómo un vendedor, para atraer a los demás niños, iba soltando globos que iban subiendo al cielo hasta desaparecer de la vista. Primero uno rojo, después uno verde, otro amarillo, uno azul… El niño se acercó al vendedor y le preguntó: Señor, si suelta usted el globo negro, ¿subirá tan alto como los demás? Y el vendedor respondió: “No es el color lo que les hace subir, sino lo que llevan dentro”-.

Y hablando con mi esposa sobre la situación actual, ella me contestó: Es que estamos tan vacíos por dentro, que cualquier cosa, por muy vulgar, escandalosa que sea, llena a mucha gente. Y yo, volví a pensar en el globo negro y lo que albergaba en su interior.

Este sistema social y económico ruin y canallesco, impuesto en nuestro mundo, hace que unos se enriquezcan a costa del empobrecimiento y la ignominia hacia la inmensa mayoría y esta miseria, lo es en un doble sentido, el económico y el cultural que a veces se convierte en vacío, en pobreza moral y hace que las personas envidien la abundancia de una minoría, que es la que impone a los demás el modo de vida.

Estoy seguro de que mucha gente habrá olvidado por unos días sus miedos reales, sus inseguridades reales, sus dificultades diarias para llegar a fin de mes y se habrán imbuido de una Navidad quizá algo postiza, superficial, para despertar del sueño el día después de Reyes.

La realidad del mundo es otra: el paro, la marginación, la droga, la pérdida de una casa por no poder pagar la infame hipoteca… ¡Qué nos van a contar a nosotros! Está bien y es necesario muchas veces evadirse por momentos de la realidad, pero hemos de ser conscientes de que después no podremos cambiarla de inmediato, no hay hadas mágicas que la cambien, no hay príncipes azules, no hay lotería, porque si caemos en esto, la frustración será mayor cuando volvamos de esos sueños. Resulta humillante que en España, un 25% de la población roce o viva bajo el umbral de la pobreza. Y gracias que tenemos en las casas a los yayoflautas, porque si no esto sería la hecatombe.

No es el color del globo lo que le hace subir más alto, sino las características de lo que lleva en su interior, es decir, el Helio, que es menos pesado que el aire. Y por cierto, ¿cómo está nuestro interior? ¿Intentamos llenarlo como los globos, con ideas y sentimientos que nos hagan elevarnos como seres libres o preferimos la pesadez y rigidez de nuestras cadenas? La alienación, la perturbación, la pasividad, no hace cercanas a las personas y las sitúan en un plano ajeno a la realidad. Los medios y la publicidad engañosa, son en buena parte culpables de ello, porque muchas veces generan monstruos.

Hemos sido un país de acogida de inmigrantes de todos los colores. Ahora son nuestros hijos los que emigran buscando vivir una vida decente, un futuro decente… No, no es el color del globo lo que la hace subir más alto, sino la calidad del gas que lleva dentro. Pobre niño negro que creía que por ser negro el globo, no podría elevarse. No sé si me cogen.

Globos de colores

Globos de colores – Foto: Ismael Orendain (Licencia Creative Commons)