Me entorpece tus labios.
Arrugada mi sombra, ha estado
al acecho de tus senos
adheridos a un cuerpo
sin nombre.
He visto un corazón
saltando a la deriva
por los horizontes
del Olimpo o del infierno;
creo que es el mío.
Mis deseos siguen en tu sexo;
mi mente, sumisa
al desvelo, y muy atenta
al movimiento rítmico,
de tu cuerpo.
La ternura no existe,
quedó empapada con el
primer orgasmo de mis pensamientos.
Mil temblores rugen
en el silencio.
Ahora, todo vuelve
a ser dos cuerpos.