Básicamente, en los experimentos realizados por estos dos estudiosos, se exponía a dos perros, encerrados en grandes jaulas, a descargas eléctricas ocasionales. Uno de los animales tenía la posibilidad de accionar una palanca con el hocico para detener esa descarga, mientras que el otro animal no tenía medios para evitar esta descarga. Cuando, posteriormente, a este segundo grupo de perros sí se les dio la oportunidad de escapar de las descargas, los animales permanecieron quietos, sin mostrar ningún tipo de respuesta. Este estado de inactividad fue el que se explicó por el fenómeno de la indefensión aprendida.                                                                      

 Este fenómeno se puede observar en numerosos ambientes y sociedades represivas, con poblaciones sumamente empobrecidas en contraste con el derroche y despilfarro económico ejercido por su clase dirigente. Pero, el ejemplo histórico más clarificador al respecto es sin duda la inactividad del pueblo judío ante uno de los más atroces genocidios cometidos en la historia de la humanidad.

¿Cómo es posible que millones de personas fuesen reclutadas en campos de concentración para después ser torturadas, humilladas y asesinadas en cámaras de gas sin que nadie se rebelara contra los opresores? Los judíos, que superaban en número a sus torturadores, es más que probable que estuviera sometido al fenómeno de la indefensión aprendida. No intentaron escapar ni evitar los estímulos aversivos (las torturas, los malos tratos y el asesinato) aunque tuvieran oportunidad de hacerlo debido a que la experiencia previa les había enseñado que hicieran lo que hiciesen, no podían evitar lo que les estaba sucediendo (como las descargas eléctricas a los perros del segundo grupo).                                                                                                         

¿Sufrimos en España el fenómeno de indefensión aprendida?              

Aunque es exagerado establecer una analogía entre la reacción del pueblo judío y la de los ciudadanos españoles, inmersos en la actual crisis, existen puntos comunes entre ambas reacciones, desde luego no entre ambas situaciones, bien diferentes afortunadamente para nosotros.                                                                          

Las cifras de paro oficiales alcanzan límites dramáticos, los sueldos se rebajan y los impuestos suben descabelladamente, sobre todo para la clase trabajadora y la clase media, funcionarios incluidos, pilares todos del consumo y de la economía del país, se les castiga al tiempo que se hace lo propio con los comerciantes, a quienes no podrán comprar sus productos (ropa, electrodomésticos, coches…); muchas personas de clase media están al borde de la exclusión social. Los servicios sociales son cada vez más precarios, a un anciano que trabajó duro toda su vida, se le obliga a pagar los medicamentos, las listas de espera aumentan para todos, hay menos personal sanitario. La educación se utiliza como moneda de cambio económico; los jóvenes con formación emigran a otros países en busca de oportunidades, el resto quedan atrapados en el país y en el botellón. La Justicia “es un cachondeo”, se liberan asesinos y corruptos gracias a las propias leyes, la monarquía tiene a uno de sus miembros imputado por estafar y hacer negocios “sospechosos” y puede que salga indemne, la ley electoral no refleja la realidad de los votos, favorece a los dos grandes partidos y a los de corte nacionalista. Se desahucian a las personas porque no pueden pagar la hipoteca concedida con el beneplácito del Banco de España, se quedan sin casa aunque han de seguir pagando la hipoteca, mientras los responsables de la ruina de muchas cajas de ahorros y de algunos bancos, se premian con indemnizaciones millonarias. Se presume, para un futuro no muy lejano, la supresión de muchos derechos civiles (aborto, manifestaciones, etc. Sube la gasolina porque aumentan los impuestos a pagar por cada litro, no porque lo haga el barril de petróleo. Se incumplen las promesas electorales recientes y no se depuran responsabilidades anteriores. Los políticos de muy diversos signos “donde dije digo digo diego”                                

Nos dicen que el futuro puede ser peor, y ahí llega el sentimiento de desesperanza, de frustración, de fracaso. La indefensión aprendida (learned helplessnes) consiste precisamente en eso, sentir que nada de lo que hacemos producirá un efecto en el ambiente, en una falta de control total sobre el medio, en llegar a considerar nuestra propia actitud como algo irrelevante, en terminar por no hacer nada; presos de una pasividad en la que se halla la sociedad española actual. Sólo pequeños actos testimoniales como los de los activistas del 15M, algunas huelgas o cortes de carreteras, muchos propiciados por los propios mandatarios (políticos y sindicalistas) para justificar su existencia.

La mayoría al servicio de unos pocos que cada vez se enriquecen más y las personas sin hacer nada, convencidas de que una actitud más activa no les conducirá a resolver la situación porque hemos votado una y otra vez a los que nos han llevado a ella, sean de un signo político u otro, explicaría la indefensión aprendida en nuestra sociedad; así, creemos que hagamos lo que hagamos esto va a seguir igual o peor.

Pero, ¿qué ocurre con quienes dicen representarnos? Los políticos en España, influidos por banqueros y política europea, tienen la estrategia de que como hemos vivido demasiado bien, ahora tenemos que sacrificarnos todos, nos han inculcado el “tenemos lo que nos merecemos” y así, los españoles respondemos con la indefensión aprendida.

Una cosa parece clara, cuando algo no funciona hay que cambiarlo, sólo dejar lo que da buenos resultados; quizá sea tiempo de cambiar de estrategia, el miedo, por otra diferente, más activa y participativa. Son muchos quienes, mirando a Islandia y a otros países europeos que crecen económicamente pensamos que aún hay tiempo para cambiar de estrategia; sólo es cuestión de comenzar ya y de tener cuidado con el poder que cambia de color, pero siempre tiende a poner en práctica con los ciudadanos la técnica de indefensión aprendida, sobre todo en tiempos de crisis.

“La única cosa necesaria para el triunfo del mal es que las personas buenas no hagan nada”. Edmund Burke.