Hay gente que dice que todo hombre o mujer tiene un precio.
Esto yo no lo comparto, porque siendo lealtad sinónimo de fidelidad, conozco a muchas personas incapaces de traicionar al otro; a un amigo, a su pareja…
Porque lealtad es rectitud de alma, nobleza interior, honestidad y honradez. Hay mucha gente así en este mundo, pero lo que ocurre y no sé por qué, es que lo negativo tiñe más que lo positivo en esta sociedad y lo primero eclipsa a lo segundo, haciéndolo pasar desapercibido.
La antropología filosófica se pregunta si el amor es fidelidad, si el amor es lealtad.
Dice el Talmud: “Cuídate mucho de hacer llorar a una mujer, pues Dios cuenta sus lágrimas”. Este cuidado de no dañar, hoy podría extrapolarse a la amistad, a la lealtad, a la fidelidad con el mundo, con el ser humano; como fueron leales para con la humanidad enjugando sus lágrimas, haciendo reír al alma: Gandhi, Teresa de Calcuta, Martin Luther King y como lo hace el Padre Ángel (fundador de Misioneros de la Paz) la Fundación Vicente Ferrer; como lo hacen tantas ONGs. Como Cáritas, Cruz Roja y Media Luna Roja; como hacen Manos Unidas, Amnistía Internacional, e infinitas Organizaciones de Iglesia y laicas etc., Por tanto puede decirse: Cuídate mucho de hacer llorar a un ser humano, sea quien sea, pues Dios cuenta sus lágrimas.
Porque lealtad, es compromiso con lo que se cree y lo que se piensa, coherencia consigo mismo para ser fieles a los demás. Hay mucha gente que ha preferido sufrir en esta vida, incluso llegando a la muerte, por ser perseverante con esa nobleza.
Cuando se es consecuente con un pensamiento, ocurre como con el fenómeno de los colores del espectro del Arco Iris, que aunque son independientes, no se pueden separar, pues forman parte de un todo indivisible. Así pues, la lealtad es innata en muchos seres humanos y como ocurre con el Arco Iris, esta lealtad no se puede separar de ellos.
Pero esta cuestión de lealtad, para que se convierta en fidelidad, sobre todo ha de darse en un plano de recíproca igualdad entre dos seres iguales, ya que si no existe esa correlación de igualdad, este sentimiento será interesado, porque entonces el que se siente inferior, está obligado a mantener interesadamente esa lealtad, respecto a quien considera superior. Por propio interés, no por otra cosa.
Luego están las personas sin valores, sin sentimientos (humanos por naturaleza, pero que no son dignos de ser llamados personas) que son puro egoísmo y que no conocen la riqueza de esta palabra, pero que sí desean probidad, bondad para con ellos. Y de gentes así, está el mundo lleno; pero creo que en el fondo, estos seres sufren indeciblemente, porque acaso su conciencia o su subconsciente, no los dejen coger el sueño, y aunque muchos tengan la capacidad de adormecer, de drogar esa conciencia, siempre ésta pasa factura, porque el tiempo pone a cada uno y a las cosas en su sitio.
No se puede ser leal a una persona que no se conoce y aquí entra en juego el valor del diálogo, pues éste es el alma de toda relación humana; y como humanidad hubiésemos dado un gran paso si hablásemos menos y escuchásemos más y no pretendiésemos de antemano adivinar de qué nos va a hablar la otra persona.
Un anónimo reza así: “No existe el amor (lealtad en este caso) sino las pruebas de amor. Y la prueba de amor a aquél que amamos es dejarlo existir libremente”. Porque ser leal, es dejar volar dentro del amor, del afecto, el todo de la otra persona.
No quiero pecar de reiterativo, pero no todos tenemos un precio. En todo caso, si fuésemos más conscientes de nuestro destino final, acaso fuésemos más leales a todos, empezando por la lealtad a nosotros mismos.
Cuenta una fábula de Anthony de Mello:
“Le preguntaron una vez a Uwais el Sufi:
-¿Qué es lo que la Gracia te ha dado?… Y respondió:
-Cuando me despierto por las mañanas, me siento como un hombre que no está seguro de vivir hasta la noche.
Y dijeron: ¿Pero esto, no lo saben todos los hombres?
-Si lo saben, pero no todos lo sienten”. Replicó el Sufi.
Jamás nadie se ha emborrachado a base de comprender intelectualmente la palabra VINO.
Es para pensar un poco…¿NO?
Sr Parrilla, lamento discrepar con usted en algunos aspectos de su artículo. Yo creo que todos tenemos un precio. En un momento puntual de nuestra vida, ante una ciscunstancia concreta, tod@s tenemos un precio. Como una aseveración general siempre es falsa, diré casi todos, excluyendo sólo a aquellas personas de reconocida santidad o bondad o excepcionalidad (poquitos, pero motor y ejemplo de la sociedad) El precio, cuanto más elevado, más difícil de probar, pero, por desgracia, así lo considero.
Un cordial saludo. Y a seguir escribiendo, necesitamos que nos despierten la mente, el alma o la conciencia.
Me va a permitir el amigo ad contrarium que matice lo que dice. Tal vez haya que precisar que Juan Parrilla se refiere a un valor humano que habría que potenciar en nuestra sociedad: la fidelidad. Cuando se ama de verdad, la fidelidad no es costosa.. Lo que ocurre es que los seres humanos tenemos dificultad para amar de verdad. Otra cosa es la traición al amor, a otra persona, a unos ideales. La traición es algo tremendo. Venderse es inhumano. No se trata de algo religioso sino simplemente humano. Traicionar, cambiarse de chaqueta, dar más importancia al dinero que al amor, nos embrutece. No es cuestión de santidad sino de humanidad..
Claro que le permito matizar, Sr. Leandro, faltaría más. Agradezco su opinión y estoy de acuerdo en que la sociedad, mejor los individuos, deberíamos encaminarnos hacia la fidelidad, síntoma de respeto a los demás.
Por desgracia, creo que en la esencia del ser humano está también la infidelidad (es un continium fidelidad-infidelidad, donde nos situamos más lejos o más cerca de un extremo) Ejemplo los hallaremos en nuestras pequeñas vidas diarias, seguro, y en la sociedad actual (mentiras políticas, enriquecimiento de unso pocos a costa de muchos, explotación de personas, etc.)
Un saludo.
¡Vaya tema…! La lealtad, la fidelidad… Estoy de acuerdo, por supuesto, son de los sentimientos más nobles y por los cuales, casi exclusivamente, podríamos «merecer» la paz interior, porque son las formas de hacer práctico el amor, el amor no se ve si no es a través de esas palabras que sí se pueden demostrar y materializar…
Sin embargo has dicho algo, Juan. Se necesita tener la misma escala de valores, incluso tener valores, para poder «exigirla» porque la lealtad no es algo que pasa y se termina, no debe caducar nunca, debe quedar adherida en su presente, sea por donde sea nos lleve el futuro…
Pero yo estoy de acuerdo con Ad contrarium en que sí tenemos cada uno un precio… y que no se nos ponga a prueba. La «trampa» está en ponerlo tan alto, tan alto, en que nos interese todo, hasta la vida, tan poco tan poco… que nunca la lealtad y la felicidad se vean amenazadas…
Y así es como vamos saliendo los que creemos en Algo y en Alguien.
Sigo diciendo después de mi amiga, hermana, Mercedes. No todas las personas tienen un precio.