Amor mío,  en esta hora te escribo  para que mis palabras mantengan vivo el fuego de nuestro amor y abriguen tu corazón del frío de mi ausencia.

En tus cartas me pides que te hable de nuestra casa, del jardín donde pasábamos las tardes hablando de las cosas que atañen a nuestro corazón: la llegada de las golondrinas, el ramillete de estrellas que coronaban nuestro amor en las noches de verano, la luna silente aguardando el beso…

El jardín de nuestra casa brota con savia nueva: el rosal, el jazmín, el árbol que durante el invierno guarda el secreto de su fruto. La naturaleza se engalana para nosotros, desvelando el misterio de la vida. Yo lo observo conmovida y siento que tú formas parte de ese milagro pues cuando llegue el tiempo de estar juntos, amor mío, será primavera en el  jardín de nuestra alma. Un día el amor despertó nuestros corazones que dormían a la espera del prodigio,  me entregaste tu corazón y cada latido es mi suspiro, dueño mío… Es por ello que te escribo, para que  nuestras palabras vuelen como aves en buscan del calor de la tierra, yo busco tu calor, tú el mío, aligerando el tiempo del encuentro, uniendo día y noche en un solo tiempo, el maravilloso tiempo de tu recuerdo. Pensar en ti, amor mío, es mi mayor delicia y escribirte el más hermoso de los oficios.

Me dices en tus cartas que no te piense en el frente donde cada día sufres la injustica de la guerra, me pides que me figure que tú eres mi caballero andante y yo tu dama enamorada; que hilvane un bella historia de búsquedas, encuentros, risas, cantos…

            Cuando el sol deja a los hombres en penumbra, tú, mi caballero andante emprendes con gallardía la búsqueda de tu dama, recorriendo las calles sin historia. Te adentras en plazas silenciosas, llamas a la puerta que cela mi alma y te escucho a lo lejos y desde mi balcón llamo a mi deseado y su voz me reconforta, y la noche se llena de misterio, porque dos corazones se aman y el cielo cubre con su manto dos cuerpos que celebran el encuentro. Y abrimos nuestras almas como la flor al alba..y cantamos con voz tenue agradando a nuestros corazones. Y sentías en tus adentros que ni la noche ni el tiempo robarían las palabras de tu dama porque ella en tu corazón había tomado posada. Y yo confiaba en ti desde el ocaso hasta el alba y quedamente a tu oído susurraba: me complace mi señor, que hayáis entrado en mi alma, un caballero como vos, no merece sino aquello que ha conquistado.

Ambos sabemos que en el frente de guerra no hay balcones donde una dama anude el blanco pañuelo de la paz. Déjame ser tu paz. Deja que mis palabras sean un bálsamo para tu alma herida por los horrores de esta guerra que no se apiada de nuestro amor; esta guerra que llena de duelo las casas, que amarga el rostro de los que aguardan, que entristece a los niños en las plazas.

Me pides que confíe en ti y cómo no hacerlo si eres la fianza de mi alma, me he dado a ti como prenda y esa es la clave de mi confianza y tenerte siempre en mi alma como tú me tienes en la tuya. Una fusión de almas que armonizan como los colores del arco iris. La guerra tendrá fin un día pero nuestro amor es el amanecer de cada día, mientras el sol nos brinde su luz. Así es nuestro amor, como el sol.

Desde el jardín que brota savia nueva te escribo, y mi corazón renace al saber que cuando me lean tus ojos una luz de esperanza brillará en tu alma enamorada.

Espero con infinito ardor que tus palabras vuelen hacia mí buscando el calor de mis manos y el cobijo de mi  amor.

Te quiero amor mío, te pienso allá donde te encuentres.

Dos