Para aceptar a los demás, primero debe aceptarse uno a sí mismo, y ser capaz de hacerse una autocrítica permanente que permita armonizar deseos con logros, teoría con práctica, filosofía con actitudes. Por eso, si pudiésemos mirarnos con los ojos de quienes nos miran, descubriríamos una nueva imagen de nosotros mismos; por ello es tan importante disponer del espejo que se llama conciencia.
Me comentaba un buen amigo hace unos días, que el mayor error que puede tener uno en la vida, es situar a alguien un espejo ante su rostro para que se vea como es, con su imagen reflejada. Porque el espejo no miente, devuelve aquello que ve, tal como es uno (excepción hecha de los espejos de ferias que intencionadamente ofrecen las imágenes distorsionadas). En las películas, los vampiros rehúyen los espejos, porque en la ficción su ausencia de imagen evidencia su “nada” y acaso ellos no lo soporten y sean felices en este estado de maldad congénita o adquirida. Y los espejos (estos espejos alegóricos, simbólicos) son comentarios, testimonios de actitudes, opiniones, consejos que alguien le hace a estas personas cara a cara, por derecho, con respeto y educación, con la mejor de las intenciones respecto a sus actos, frente a frente, cara a cara, sin ofender, pero con lo que uno cree que es la verdad, siempre por delante, porque quizá el “otro” le importe mucho como ser humano. Hay mucha gente que tiene sus entendederas cerradas a cal y canto y por más que le digas, le muestres, que le adviertas de su error, tú siempre serás el malo porque le has colocado algo delante para que se vean y eso no lo soportan. Estas gentes, se han construido una verdad que les funciona personalmente sólo a ellos, importándole los demás un bledo. Con su egoísmo, su empecinamiento, su falta de sensibilidad, han perdido no sólo la capacidad de escuchar, sino también la capacidad de contemplar. Entonces, es cuando uno piensa que no se hizo el perfume de la rosa para cualquier tipo de nariz.

En ocasiones, quien es sensible y observa la vida con inteligencia y bondad, persiste en el diálogo con quien le ha rechazado, porque el primero es consciente de que toda piedra hace pared, para así poder dar la mano a quien sin motivos le juzgó y le condenó demostrándole al otro, que en tu interior no existe rencor, que sólo se está para aportar, para construir, para ayudar.

Pero esto a veces es imposible ya que en su cerrazón, el otro ha colocado su alambrada de espinos, porque se está bien condenado y ya no le interesas lo más mínimo. Si es así, querido amigo, si has vivido una experiencia tan desagradable de este tipo, deja de preocuparte, el error está en el otro, no en ti. La naturaleza priva a estas personas de lo mejor del ser humano, la inteligencia. Existe un dicho que reza: “Lo que Natura non da, Salamanca non presta”.
En bastantes ocasiones, la gente buena, noble, que anda por el mundo (y hay bastante más de la que parece) literalmente se arriesga frente a otros con el objeto de intentar encauzar sus actitudes (en primer lugar frente a ellos mismos y después para con los demás) Personalmente no me ando con tibiezas e intento con suma educación y respeto decir lo que pienso y siento en cada momento en el lugar adecuado. Es bueno para todos nosotros en un sentido figurado, vaciar el cargador, porque los “regomellos” nos hacen daño a nivel personal y sólo se está a veces reinando sobre un comentario o respuesta que nos hubiese gustado hacer y no hicimos porque esto segundo envenena el alma; aunque a veces saber callar es un arte. Una vez, alguien hizo un comentario en público, que literalmente fue el siguiente: “ A algunos amigos hay que dejarlos abandonados en las cunetas, como los perros”. Penoso comentario ¿Y no será que alguien le colocó el espejo para que se mirara?

El espejo del bosque - Foto: Jordi Casasempere