Qué lástima cuando pienso
en aquella cofradía de penitentes,
que pude haber creado, y no creé,
con mis novios tan decentes.

Eran tres: Centro, Norte y Este.

El primero recitaba
sus versos de amor,
allá por Leganés:
“Eres como una triste cruz
que poco a poco
se lleva mi razón…”.

Y me colgó su cruz.

Yo caminaba contenta,
porque pensaba que eso era amor.

Él caminaba ligero,
porque había encontrado un colgador.

El segundo no recitaba, ordenaba:
“Tú eres la cruz que yo he elegido,
y por siempre jamás, tu prometido”.

Y me invistió de la gran cruz
de la orden del desamor.

Me era duro subir
la cuesta de la vida,
con aquel galardón.

Le era milagroso
haber encontrado,
el amor- redentor.

El tercero gozaba así del amor:
“Pateixo molt *,
pateixo molt,
pateixo molt…”.

No importaba que el Mediterráneo
me diera forma de sirena,
“pateixo molt…”.

Ni el encanto de una noche
saboreando una estrella,
“pateixo molt…”.

Siempre sufriendo de amor
por mí.
Yo era su cruz.

Una cruz de angustia
que me sangró el corazón.

Pero, como era amor…

Tres penitentes
y un redentor.

¿Quién me presta una escalera?

*Sufro mucho

El sufrimiento deseado - Foto: Jordi Casasempere, Linares 2011