Nos urge la sincera búsqueda de lo femenino, de los valores femeninos, para reencontrarnos con la vida de una forma plena. Una vida que el mundo del “hombre”, no ha valorado objetivamente relegando a la mujer a mero objeto sexual, al olvido social y a animal reproductivo. Son muchas las aristas poliédricas que conforman el entendimiento de la situación de la mujer en cualquier sociedad, tanto occidental como oriental y quizá esta última, refiriéndome concretamente a algunos países árabes y de cultura musulmana (castraciones, lapidaciones, condenas a muerte, repudios etc.,) lo tiene infinitamente peor que nosotros.
Desde esta óptica múltiple, deseo decir que como como varón, soy bastante sensible a los problemas que el hombre provoca a la mujer. Creo que todos los hombres tienen su componente femenino, así como las mujeres lo tienen masculino, prevaleciendo en cada caso el que define la sexualidad y el modo de sentir y de comportamiento cultural y de género. En occidente desde luego, mucho se ha avanzado en el plano igualitario entre los dos sexos, pero aún nos queda mucho que recorrer para alcanzar una plena y auténtica igualdad. Alabo la lucha de la mujer y de tantos hombres junto a ellas, comprometidos con el tema. A mí, las palabras machismo y feminismo no me gustan, pues como en un artículo anterior rechazaba todo lo que acaba con el sufijo “ismo”, esto al menos para mí, también es aplicable al caso. Quizá porque en muchas ocasiones se desenfoca el objetivo final, olvidándose de él, dando preponderancia al medio; pero algunos fines no deben justificar los medios.
Desde mi posición de género, veo aún en nuestra sociedad, cuestiones importantes en su reconocimiento individual y social, para que tanto hombres como mujeres puedan llegar a una igualdad objetivamente plena, que incluyen reconocimiento general en un plano de igualdad, tanto en el trabajo y en remuneración, como en la parcela política. En lo primero, es decir, en el trabajo y su remuneración, la situación de la mujer, resulta todavía desfavorable respecto al varón.
La mujer es uno de los dos pilares fundamentales de cualquier núcleo familiar, teniendo en cuenta que ellas ni son simples máquinas reproductoras, ni pueden estar relegadas al ostracismo exclusivo de llevar un hogar, condenándolas a algo tan deprimente como calificarlas exclusivamente en muchos casos, de simples amas de casa. Son física y anímicamente más fuertes que nosotros, viviendo la experiencia sublime de la maternidad; cosa que a nosotros nos ha sido negado por la naturaleza ¡Qué sería de nosotros los hombres, si no tuviésemos una esposa que llevara la cuentas de nuestro hogar, la educación de nuestros hijos, pendientes de su salud, levantándose cuando lloran, desviviéndose cuando hay que llevarlos al médico! Porque en eso hemos de reconocer que la mayoría de los hombres somos una catástrofe, ya que por educación y/o comodidad, hacemos dejación de funciones, sobre todo los de nuestra generación y algunas posteriores. En el aspecto de integración y equiparación, sí que se están lanzando y me alegro; bien sea por su capacidad, su tenacidad, su constancia, o por el sentido global que tienen de la vida y de la familia. Cada día es mayor, incluso superando al hombre, el número de ellas que tienen unos estudios universitarios, y/o que simultanean el trabajo en la calle, con el doméstico. Tienen una sexualidad más desarrollada más extensa, rica y poderosa que nosotros. Muchas más zonas erógenas. Disfrutan mucho más del clímax. Ellas gozan de una amplia sexualidad y nosotros por desgracia sólo tenemos genitalidad en un centímetro cuadrado de nuestro sexo. En cuanto a lo socio-religioso, el varón ha prohibido el acceso de la mujer al sacramento del orden sacerdotal, amparándose en afirmaciones peregrinas, que por otro lado no aparecen en el Evangelio. Quizá la Santa Madre Iglesia (no entiendo lo de “Madre”, pues está compuesta jerárquicamente sólo de varones) tenga miedo del acceso de la mujer al sacerdocio. No hace mucho, un obispo español, al ser preguntado sobre el acceso al sacerdocio, dijo: “La mujer no puede acceder al sacerdocio, por la misma razón de que yo no puedo quedarme embarazado y tener hijos (?). ¡Buena respuesta!
Pero a mí, me interesa la mujer como ser humano, no sólo en colectividad, sino en individualidad, así como el hombre. Y la mujer, tanto como el hombre, hemos de mejorar bastante para hacer más y mejor vivible este mundo.
Éste no es un artículo entreguista de este humilde escribidor a la causa “feminista” y vuelvo a decir lo de los “sufijos”. Pero sí estoy con la lucha femenina en pro de la igualdad. No pretendo ser políticamente correcto por aquello del 8 de Marzo. Es lo que siento. Quizá otro día que toque tratar la violencia de género sea más crítico con algunas actitudes de mujeres, pero hoy no toca. Y esto en modo alguno, sería contradictorio, pues no se puede hacer una metonimia, es decir analizar el todo por una parte.

Ella - Foto: Jordi Casasempere, Madrid 2007