Yo tenía una casa
de ventanas cerradas.
Día tras otro las abría
para que el sol entrara.

Siempre oscura
mi casa estaba,
siempre muralla
para mi alma. Yo tenía una casa
siempre enlutada.
El sol cada día
de largo pasaba.

Yo no tenía casa
ni tenía ventanas
por donde la luz entrara.

 Se ahogaban las risas,
las trampas saltaban
los sueños morían
al nacer el alba. Y el pan era piedra
que me atragantaba.

Cerré las ventanas
de aquella casa
dejando allí el luto
y la desesperanza.