Quiso por fin el aire
romper la nube preñada,
quiso por fin el agua
lavar la cara arrugada.
Y quiso el hombre celebrarlo
con vino, jamón y charla.

La palabra congregaba
sentimientos y nostalgias;
la lluvia marcaba el ritmo
de las copas y las tapas
del sudor de la jornada
de la pensión recortada.

La taberna era un oasis
donde el corazón tenía
su aposento al final de la jornada.

Marcados por el tiempo,
unos bebían para olvidar un olvido
otros el recuerdo de la madre,
¿cuándo murió?

Acudían urgentes a la memoria
para ensartar perla a perla
instantes de su existencia.

Oasis de embriaguez
en desiertos de olvido.

El agua caía en el alma
formando ríos de helechos
el vino seguía su curso
denunciando los recuerdos.

– “Bebed pero no olvidéis” –
sentenció una voz de trueno,
– “bebed pero no olvidéis” –
a la concurrencia en pleno.

-“Soy el arcángel Gabriel
que me he escapado del cielo.
Si me invitáis a una copa
os canto por martinete
la pena que llevo dentro.

Yo quiero ser cantante, escritor,
poeta o cartero.
Mecánico de bicicletas, zapatero,
ayudante de cocina, panadero
o enfermero.

Para lograr lo que quiero
necesito más que nada
ser lo que no soy
y tener lo que no tengo.

Quiero ser hombre,
tener manos!

Mirad vuestras manos,
observad cómo sueñan,
qué artísticamente expresan

vuestra alegría, vuestro miedo,
vuestro deseo…

Yo suplico
cada día a mi amo
que en vez de alas
me dé manos
para escribir la agonía
de vivir eternamente postrado.

Otra copa
y en el próximo trueno
me voy.” –

Los hombres quedaron mudos
como sin aliento
y los visitó el recuerdo
de un abrazo, un adiós, una pena
un nombre, una fecha.
Y se miraban contentos
porque todos sabían
lo que les ocurría.

Bebieron primero agua
para celebrar la lluvia
más tarde bebieron vino
porque eran hombres
y cantaban alegres
porque estaban juntos.

El arcángel Gabriel los miraba
a la manera de cómo el hombre
mira a un dios,

y tal como había dicho
se fue con el trueno.

Lo que no dijo es que se lo llevarían
unos ángeles vestidos de militares
apuntándole con un arma celestial.

-“No te resistas Gabriel,
ven con nosotros
que el amo te quiere ver.
La próxima vez que te escapes,
en vez de nosotros
vendrá él”.-

Y los hombres de la taberna
celebraban con vino y con agua
la dicha de ser lo que eran.