«Una hormiga cayó al agua en un estanque y comenzaba a ahogarse. En su desespero, vio como una paloma tomó por el pico una hoja seca de un árbol y la puso a su lado para que pudiera subirse y así salvar su vida. La hormiga dijo a la paloma que estaba en deuda con ella para siempre y que si la necesitaba para ayudarle en algo, no tuviera la más mínima duda y se lo dijese. La paloma displicentemente, indiferentemente, sonrió pensando cómo era posible que un ser tan diminuto le pudiese ayudar en algo. Pasaron unos días y un cazador vio la paloma, y con una trampa la capturó. Allí casualmente estaba la hormiga, que acudió velozmente a ayudar a la paloma, metiéndose por debajo del pantalón del cazador y mordiéndole en la pierna. El cazador se echó mano enseguida al lugar de la mordedura, destensando la trampa sin darse cuenta, con lo que la paloma pudo escapar del lazo”. Esta pequeña pero sugerente fábula, viene a mostrarnos que en la vida del ser humano, no hay nadie insignificante, y por mucho que creamos que una persona no nos puede ayudar en algo, puede sacarnos de un apuro en un momento determinado. Muchas veces hacemos juicios a priori sobre los demás, sin conocerlos porque nada más nos quedamos con el exterior, enjuiciando sin argumentos, llegando en algunos casos al desprecio del otro, simplemente porque no nos cae bien su cara. Los años que he estado como servidor público, me han servido para ejercitarme posteriormente en la reflexión; a no hacer juicios apriorísticos, porque puede que me equivoque al no conocer a las personas. Aprendí a mirar al interior de los demás, aprendí a escuchar, cosa tan importante en una relación humana, a no sentirme el centro del mundo y a valorar a los demás después de haberlos escuchado y conocido. También me di cuenta que muchas veces estamos atrapados por las ideologías, anteponiendo éstas a las relaciones personales, que son las que auténticamente nos enriquecen y nos hacen crecer como seres humanos. He llegado a comprender hace mucho tiempo que cada uno puede pensar como quiera, siempre que en la relación personal, exista el mutuo respeto y que la persona que he creído más insignificante, ha tenido el valor de cambiar algunas de mis estructuras mentales, viendo con más nitidez las cosas cotidianas, e incluso mis planteamientos de vida. He hecho amistad con personas que jamás hubiese pensado tenerla y que me han enriquecido. Llegas a comprender que mucha gente, no es como tú has imaginado y que los valores de las relaciones personales han de basarse no en lo que el otro tiene, sino en lo que el otro “es”; no en lo que puedes obtener del otro, sino en lo que tú puedes ofrecerle, sin esperar nada a cambio, porque la paloma, desde su prepotencia jamás hubiese imaginado que la hormiga le salvaría la vida. En demasiadas ocasiones confundimos la humildad de una persona con una supuesta insignificancia y sólo el humilde es realmente grande y sabio.
Sobre el autor
Juan Parrilla Canales
Ingeniero Técnico de Minas. Pintor, profesor de dibujo, del Instituto Huarte de San Juan y profesor de música en la especialidad de guitarra clásica por los Conservatorios de Córdoba y Linares. Escribe artículos de opinión desde 1999. Miembro de la Asociación Provincial de Jaén y de Andalucía de Ayuda al Pueblo Saharaui. De profundas convicciones humanistas, es amante de la poesía mística de San Juan de la Cruz, de la obra de Teresa de Jesús y de los miembros de la Generación del 27 entre otros.
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Creo que este artículo, sin ser religioso, podría ser homilía de cualquier sacerdote.
Esta vez me gusta su artículo, debería haber comenzado por este en lugar del de la visita papal, en el que fue demasiado severo. La humildad, la pequeñez lo primero, ante la inmensidad del creador.