Un trágico suceso ha despertado de madrugada a los vecinos de la zona de Santa María de nuestra ciudad. A eso de las seis y treinta y nueve quedaban perturbados ante la muerte de una mujer de 73 años, cuyo nombre responde a las siglas de R F B, a manos presuntamente de uno de sus hijos, J F F de 41 años, en el domicilio familiar, sito en el callejón de Santa María número 29. El presunto homicida, después de apuñalar a su madre intentó lo propio con un hermano menor, quedando éste herido de gravedad con cuchilladas en el pecho. J F F estaba jubilado por enfermedad mental, posible esquizofrenia y, según relatan los vecinos de la calle, había amenazado de muerte en diversas ocasiones a su madre.
Este hecho, junto con otros de similares características, como el sucedido ayer en Jaén, en el barrio de la Alcantarilla, en el que resultaron muertos dos menores, uno de 4 y otro de 11 años, por ahogamiento en la bañera de su casa, presuntamente a manos de su madre, tras haber llamado por teléfono el mayor de ellos al padre indicándole que “mamá está muy nerviosa”, tiene que hacer reflexionar a esta sociedad, a los responsables de la salud y a las autoridades acerca del tratamiento que reciben los enfermos mentales en nuestro país en general y en nuestra Comunidad Autónoma en particular, quedando su cuidado en el mayor número de casos en manos de las propias familias, sin recursos físicos ni profesionales para hacer frente a estos brotes que se resuelven trágicamente. Sin duda, es más económico para el Estado y más “políticamente correcto” no tener ingresados a estos pacientes, potencialmente peligrosos, en instituciones dignas, dónde reciban el trato adecuado y el tratamiento ideal. Pedir esto en tiempos de crisis es una utopía, pero, sólo los familiares de estos enfermos saben del calvario que se sufre teniendo que ser atendidos por la familia y, sobre todo, si acaban tan nefastamente como en estos dos casos.

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