Esta es la definición de botellón:

“Reunión masiva de jóvenes de entre 14 y 24 años fundamentalmente, para consumir la bebida que han adquirido previamente en comercios, escuchar música, y hablar.”

Hasta aquí todo muy bien. Pero cuando las reuniones de esos jóvenes se tornan en comportamientos que favorecen el desarrollo de adicciones al alcohol o a las drogas; o se convierten en lugares de reunión “vertederos”, donde no se asumen las consecuencias de los actos, se convierte en un grave problema social.

Lo que más preocupa a los expertos es que el ‘botellón’ no es, ni mucho menos, un fenómeno aislado. Cada fin de semana, miles de jóvenes compran alcohol en los supermercados y quedan en la calle para consumirlo hasta caer ebrios. Dicen que así se divierten, que creen que el alcohol no les perjudica, que en los bares les dan ‘garrafón’ (alcohol adulterado) y que las copas son caras. Otros se quejan de la falta de alternativas para el ocio y algunos dicen acudir a estas citas por la presión de sus amigos. Sea como fuere, la factura que tendrán que pagar, no tardando mucho, será demasiado alta

Yo, aquella noche observaba perpepleja, entre que realizaba el trabajo de montaje de Mixtura, como se iban sumando un gran número de jóvenes, que terminaban vomitando, orinando, en plena carpa del “botellón”. Algunos/as no controlaban ni siquiera su equilibrio, y mostraban actitudes de altanería y desafiantes si la policía local se acercaba a poner orden.

¿Cuáles son las consecuencias del botellón? 

DAÑOS DIRECTOS

Sin embargo, los que piensan que el alcohol no daña la salud o que sus efectos negativos pasan rápidamente sin dejar huella están completamente equivocados. El etanol (agente tóxico que contienen estas bebidas) se elimina prácticamente en su totalidad en el hígado.
En los casos de ingesta abusiva, este órgano no puede manejar tanta cantidad de alcohol, especialmente si son chicas y su constitución es delgada, y los efectos nocivos empiezan rápidamente a hacer mella en el tejido neuronal. Es entonces cuando aparecen la falta de coordinación, la euforia, la agresividad, el mareo, el dolor de cabeza, los vómitos, la pérdida de consciencia, el coma etílico (sólo en Madrid el pasado año se registraron 10.000 casos) y, en ocasiones extremas, la muerte. Cabe recordar que un coma inducido por el abuso de alcohol puede provocar síntomas (convulsiones, hipotermia, hipoglucemia…) que si no se atienden correctamente pueden tener un desenlace fatal.

Eso por no hablar del malestar del día siguiente. Una resaca en toda regla viene acompañada de problemas digestivos, más vomitonas, migrañas y problemas motrices.

A más largo plazo, numerosos estudios han demostrado que las borracheras frecuentes -el 63% de los escolares españoles de entre 14 y 18 años bebe habitualmente y llega a la ebriedad una media de casi tres veces al mes, es decir, prácticamente todos los fines de semana- perjudican el crecimiento (alteran la producción de las hormonas implicadas en este proceso), favorecen la obesidad (el alcohol aporta muchas calorías, pero pocos nutrientes) y dañan las funciones cerebrales hasta el punto de generar problemas en el aprendizaje, la memoria y las habilidades cognitivas que requieren cierta rapidez de razonamiento y reflejos. De hecho, la mayoría de los especialistas tiene la percepción de que las altas tasas de fracaso escolar se deben, entre otros factores, a que ha aumentado la ingesta alcohólica a edades demasiado tempranas.

Finalmente, consumir alcohol de manera frecuente, incluso según el patrón compulsivo de fin de semana que parece haberse impuesto entre los adolescentes, acaba generando una tolerancia (cada vez necesitan beber más y con mayor frecuencia para obtener los mismos efectos) que les coloca en la ‘cuerda’ ‘floja’ a la hora de desarrollar un problema de alcoholismo en la edad adulta.

MALES INDIRECTOS

Muchos expertos ya están avisando de que en las generaciones venideras, los sistemas sanitarios tendrán que enfrentarse a una plétora de patologías derivadas del ‘botellón’ (cirrosis, hepatitis, pancreatitis, alteraciones renales, tumores…).

Pero el rosario de perjuicios para la salud derivados del abuso de alcohol no acaba ahí. Estas bebidas suelen encontrarse en la raíz de muchas enfermedades de transmisión sexual, de agresiones de este tipo, de embarazos no deseados, de contagios del virus del sida… por practicar sexo sin protección.

Por otro lado, estos productos precipitan la aparición de problemas psiquiátricos o agravar los que ya existe. Algo parecido ocurre con otras drogas, con el tabaco y con muchos medicamentos. El alcohol multiplica sus efectos nocivos en el organismo, anula sus beneficios (en el caso de ciertos tratamientos médicos) o incrementa el número de reacciones adversas.
Finalmente, y por mucho que se hayan proclamado las propiedades cardiosaludables de la ingesta moderada de alcohol, lo cierto es que los especialistas se cuidan mucho de airear recomendaciones de este tipo por lo difícil que es establecer un umbral de seguridad y porque estos consejos suelen esgrimirse como excusa para perder el control. El abuso de bebidas espirituosas provoca hipertensión, taquicardias, arritmias y, a más largo plazo, insuficiencia cardíaca.

Por otra parte, está demostrado que el alcohol juega un papel decisivo en los accidentes de tráfico y en los incidentes violentos. A este respecto, el director general dela FAD afirma que «los adolescentes han arrinconado a los adultos. Quieren una cosa y para conseguirla imponen la ley del más fuerte. El alcohol potencia esa agresividad, pero ésta no es más que un síntoma de que hemos perdido la capacidad de tutela de nuestros menores, que están completamente asilvestrados»

¿Qué alternativas sugieren ellos y ellas al botellón? Según mi experiencia en el trabajo con jóvenes, ellos/as proponen:

  • Conciertos gratuitos, rebajas en los precios del teatro y cine.
  • Conciertos, acampadas y excursiones.
  • Fomentar el buen rollo entre la gente.
  • Multiplicar el número de ofertas deportivas.
  • Más lugares para bailar.

Pero todo esto implica una serie de medidas que parece ser que no interesa realizar. Se podría crear el Servicio de Atención al Botellón para fomentar medidas que contrarresten este problema, tal y como se han venido realizando en otros municipios. Entre las medidas, se realizan actividades deportivas y sociales a esas mismas horas, se distribuye publicidad sobre los efectos del alcohol en la conducción, las drogas y el sida, etc. Pero este año se les ha ocurrido una actividad más, dirigida a reducir el impacto de la suciedad y destrozos en las plazas donde se hace ese «botellón».

Finalmente mi opinión en este tema, respecto a lo que ocurre en nuestra localidad, es que se prioriza en el botellón, dejando sin apoyo a las iniciativas que pretender dar otras opciones a los jóvenes. No se trata de PROHIBIR, sino de tener hábitos saludables y un autocontrol sobre el consumo de alcohol que debe partir de una educación en valores recibida desde la infancia. Enseñar a los jóvenes la diversión desde otra perspectiva es posible, y dar prioridad al botellón antes que a actividades realizadas en esta línea me parece una incoherencia, si luchamos por el bienestar de los jóvenes, y en evitar por supuesto en el futuro los efectos nocivos de estas prácticas.

Los Jardines de Doña Luci después de una noche de botellón.