No sé si es tristeza, desolación, apatía o resignación lo que le entra a uno cuando pasea por el centro de la ciudad, con cuarenta grados, ya casi de noche, y recorre calles antaño llenas de vida y las encuentra casi vacías de transeúntes, desnudas, escaparates transparentes o translúcidos, sin nada en su interior, con carteles de SE VENDE o de SE ALQUILA, donde antes florecientes negocios daban luz y color a un Linares ahora en menoscabo. Desconozco también, a estas alturas, dónde uno sabe que cada vez sabe menos de las cosas, quién o quienes han sido los culpables de estas pérdidas, si los políticos que ignoraron la crisis y cuando quisieron poner soluciones llegaron tarde, si los interlocutores sociales complacientes con la mano que les daba de comer, si la oposición que protestaba con la boca pequeña mientras se frotaba las manos esperando el fracaso de sus contrincantes, si la banca que endeudó a un país para que se enriquecieran algunos de sus dirigentes, pocos pero mucho, si los propios responsables de los comercios, que no fueron previsores ante la que se avecinaba, o si todos los ciudadanos instalados en esta postura anarco-burguesa que sólo nos lleva a protestar en tertulias de café o a cobrar una subvención en lugar de exigir un trabajo digno. No lo sé, pero al pasear por la calle “Sagunto” de nuestra ciudad, frente a la “Cámara de Comercio” (paradojas de la vida) no he resistido la tentación de fotografiar un sin fin de locales comerciales que han dejado de ser esto último en poco tiempo.
Me gustaría hallar un hilo de luz esperanzador, transmitir a los cientos o miles de parados de nuestra querida ciudad que no todo está perdido, que las cosas se van a arreglar, que una savia nueva viene detrás empujando para que esto sea así, que sus solicitudes de trabajo no van a ser ni rechazadas ni reemplazadas por las de los “enchufados”. Desgraciadamente, miro a mi alrededor y veo las mismas caras en los asientos municipales, los mismos proyectos faltos de ilusión (sean de la opción política que sean), miedo o falta de recursos para emprender cualquier negocio productivo en renta y en número de empleados, personas que andaran pesadamente, como a cámara lenta, ante la defensa de los derechos de los trabajadores y un incipiente movimiento (el del 15-M) que aquí no ha llegado ni por asomo (otra paradoja) y que comienza a perder “fuelle” por actuaciones que en sí le auto-descalifican o que “los otros” (aquéllos) se empeñan en destacar o inventar para qué así sea.
Debe ser que tuve una mala tarde, que los demás no lo ven así de negro, qué afortunadamente el movimiento artístico de Linares florece, que el número de turistas aumenta poquito a poco, que aún puedo viajar e irme de vacaciones este año (más a casa de familiares que a otros lugares, por eso del ahorro, claro) me digo a mí mismo sin querer contagiar a los demás de esta tristeza, desolación, apatía o resignación.