Un pueblo sin sus pequeñas historias, vividas por las personas que sufren, ríen y sueñan; con sus mitos y sus leyendas, que forjan un espíritu de unidad y pertenencia, jamás sería un pueblo forjado en el amor, el respeto y la lealtad a su madre tierra que le permite vivir.

De chaval, cuando se trabajaba los sábados, me encantaba acompañar a mi padre a su tajo. Allí, a parte de estorbar, escuchaba, como esas personas bragadas y sufridas, también se relajaban con la charla. Era el momento de atender, silenciosamente, a las preciosas historias que a mí me contaban:

Las ánimas mineras
Cuentan los que cuentan que a mi me contaron que en estos bellos parajes, allá por los años que España era imperial, existió una rica y hermosa viuda, que con su fortuna adquirida en ultramar, de forma ilegítima y abusiva, vino a Linares e invirtió en la minería. A su bello pozo le denominó, irónica y cruelmente: LOS ESCLAVOS. En él, desde sus comienzos, trabajaron cuatro decenas de rudos, curtidos y morenos caribeños. De sol a sol, bueno de lumbre a hoguera, arrancaron, con su ROSTRO ensangrentado y sucio, al igual que aquel valiente, de muerte solitaria, que cambió los valores a los honestos y gente de bien; y enriqueció a los que expresaban falacias tomando su nombre en vano, a la Madre Gea los tesoros de sus entrañas: rico cobre, rica plata y duro plomo.
Mientras una enriquecía, otros sufrían y morían. Solo la Virgen de la Caridad del Cobre velaba por ellos. Con el paso de los años fueron desapareciendo. ¿Dónde estaban?… Nadie lo sabía. Gritos ahogados, suspiros y lamentos recorren el silencio de estas vaguadas encantadas, frías, con hermosas nieves en invierno y cálidas, soleadas y plácidas en verano, donde la sabiduría popular supo denominarla las concesiones de LAS ENCANTADORAS.
Eso si, y todos lo sabemos, cuando termina el verano y las noches son más frescas y agradables, si miras y escuchas los veras: triste procesión de pobres y encorvados mineros que, pausadamente, arrastran sus pies y sus picos, con llanto y lágrimas, a la altura del lugar, para venerar a su Madre ya lejana. Asiéndose a la vida y a la muerte, rezan penosamente en el Pozo que mira a su eternidad. El precioso pozo minero linarense que los viejos de lugar llamaron con toda razón y honor a estos sin patria: LA ÁNIMAS.

Si bien estos pozos son de los más antiguos del distrito: Los Esclavos, Santa María, El Nene, El Despecho, Santo Rostro, Las Ánimas… donde sus topónimos no guardan ninguna relación con ninguna rica señora indiana, rostros de sufrimiento, procesión de las ánimas mineras…; más bien, los guardan con el Estado, en su intento de buscar nuevos filones.
De ahí que la realidad de su dinámica industrial y minera supera, tristemente, a las leyendas que nos contaron para tratar de dar sentido a una vida de sufrimiento y riqueza.

Texto: Francisco Mañas Mármol
Fotos: Jordi Flores Casasempere