Corrían los años veinte, la belle époque, años de desenfreno y de ganas de vivir tras la Primera gran Guerra Mundial. Sin embargo la situación de la Compañía Arrayanes era caótica, por la bajada del precio del plomo tras el término de la contienda y por la mala gestión empresarial llevada a cabo. El Ministerio de Hacienda decide intervenir haciéndose cargo del buque insignia de la minería linarense, una nueva falacia en el devenir de nuestra historia.

Vista aérea

Este nuevo empuje necesitaba energía eléctrica. Por lo que se destina un millón y medio de las antiguas pesetas, y en esa época, para la construcción de la Gran Central. Edificio modernista con influencias clásicas, realizado en bello sillar de arenisca roja; rematando sus dinteles y ventanas con piedra artificial que simula al granito. Su interior se decora con baldosín preciosista, de 12 cm. x 12 cm., con el color de la esperanza y la paz: blanco y verde.

Vista aérea con detalle del conjunto Pozo de San José - Central Eléctrica

Este edificio, de gran elegancia y distinción, según los entendidos no era necesario, ya que pronto la compañía utilizó los recursos hidrológicos del Rió Guadalimar a través de la empresa Mengemor. Muchos más baratos y continuos que la suministrada por sus potentes generadores diesel.
Así que solo se puso en marcha en contadas ocasiones, aunque si importantes, no tanto para la minería, sino más bien, para iluminar los tristes hogares, en noches de deseperación humana en nuestra guerra fraticida.

Fachada lateral de la Central Eléctrica

En definitiva, corta historia para lo que pretendía ser: una nueva joya de la corona.
Hoy día, por la dejadez, la expoliación y la falta de amor de todos hacia el patrimonio del sufrimiento de nuestros antepasados sólo nos queda su esqueleto. Pero aún así, es digno de ser visitado y admirado. Y, por qué no, de ser rehabilitado para otras funciones que de nuevo le den la dignidad para lo que fue construida.

fotos